Por la causa de la justicia hice lo que estuvo a mi alcance

Salvador Allende 18 de septiembre de 1972, al lado derecho Luis Henríquez Seguel. Foto: Juan Maino Canales, detenido desaparecido en Chile desde 1976
Salvador Allende 18 de septiembre de 1972, al lado derecho Luis Henríquez Seguel. Foto: Juan Maino Canales, detenido desaparecido en Chile desde 1976

(Berlin, 17.7.2023, interferencia/npla.) Los crímenes de la Colonia Dignidad eran un tabú y no se podían tocar en Chile hasta 1996. Hasta que una valiente mujer chilena puso una denuncia porque su hijo fue violado y abusado durante meses en la Villa Baviera / ex Colonia Dignidad. Una persona clave en las investigaciones fue Luis Henríquez Seguel, subdirector operativo de la Policía de Investigaciones (PDI) de Chile. En mayo de 2023 estuvo en una charla en Berlin.

Luis Henríquez Seguel, a partir de 1996, usted dirigió las investigaciones contra la secta alemana Colonia Dignidad y desempeñó así un papel decisivo para detener finalmente el régimen de trabajos forzados, de violaciones y abuso de Paul Schäfer allí. ¿Cómo fue su trabajo con la Policía de Investigaciones (PDI) antes de este tiempo?
Tras el fin de la dictadura, trabajé en la PDI de Santiago en un departamento de Asuntos Internos. Nuestro trabajo consistía en luchar contra la corrupción dentro de nuestra propia institución y destituir a las personas incriminadas. Para explicarlo: la PDI es la policía criminal que investiga los delitos. Es independiente de los Carabineros, que como institución participaron en el golpe, la PDI no.
Dentro de Asuntos Internos también fui jefe de la Comisión de Análisis y Coordinación de la PDI que supervisaba que se cumplieran las órdenes de investigar por violaciones de Derechos Humanos durante la dictadura en todo Chile. Teníamos pocos recursos, pero éramos un equipo con mucha voluntad, identificamos a militares y civiles que trabajaban para los órganos represivos y pudimos detener a algunos, como por ejemplo Osvaldo Romo o Miguel Estay, que se habían fugado a Brasil o Paraguay.

¿Por qué empezaron tan tarde las investigaciones sobre los crímenes de la Colonia Dignidad?
A mi me daba la impresión que el Gobierno tenía la intención de investigar, pero, por favor, no muy rápido. Tenían temor porque Pinochet recién había entregado el poder, la situación política era muy inestable. Los crímenes de Colonia Dignidad eran un tabú. En Chile no se podía tocar este tema hasta 1996. La cúpula de la Colonia Dignidad tenía los mejores abogados y contaba con el apoyo de una red de  personas muy importantes. Se investigaban las denuncias de torturas y desapariciones de prisioneros políticos en Colonia Dignidad. Pero era imposible entrar en la propiedad privada, podíamos hacer preguntas en la entrada del asentamiento y a menudo nos rechazaban, diciendo también que los colonos no entendían español.

De ahí viene el dicho „La Colonia siempre gana“. El poder de la colonia alemana parecía invencible. ¿Cómo fue posible que a partir de 1996 pudieran emprender acciones más eficaces contra la Colonia Dignidad?
En junio de 1996 concurrió a nuestra unidad Jacqueline Pacheco, madre de un niño de doce años que había sufrido abusos sexuales por parte del líder de la secta Paul Schäfer en el asentamiento alemán. Anteriormente, ella había tenido una actitud positiva hacia el asentamiento de Villa Baviera, como se llamaba oficialmente el asentamiento desde fines de los años 1980. Incluso formó parte de un comité de apoyo (Vigilia Permanente) de personas de los alrededores que defendían Villa Baviera y la atención supuestamente caritativa del hospital del asentamiento. Entonces  desconocían que los recursos que tenía el hospital de Villa Baviera eran proporcionados por el estado de Chile y que no tenía nada que ver con beneficencia.

Su hijo vivió varios meses en Villa Baviera para asistir a un supuesto internado intensivo, no podía salir del asentamiento herméticamente cerrado. Consiguió enviar a escondidas a su familia el mensaje de que Schäfer le estaba violando. Pero, ¿por qué Jacqueline Pacheco fue a denunciar a su unidad en Santiago?
Temía represalias si se sabía en Colonia Dignidad que había presentado una denuncia. No tenía confianza porque no le daba garantía la policía de Parral, San Carlos, Talca, Linares o Chillán. Ella sabía que políticos y militares, policías y jueces eran invitados a celebraciones en Colonia Dignidad, recibían regalos… y habrían pasado rápidamente la información sobre una denuncia a Colonia Dignidad. Jacqueline Pacheco vino a la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Ahí le recomendaron ir a nuestra unidad, probablemente porque nos consideraban incorruptibles. Informamos personalmente al juez Jorge Norambuena de Parral y él mantuvo el expediente en secreto. Esto nos permitió indagar los primeros dos o tres meses sin que nadie supiera. Además, cuando recibimos la denuncia de abuso sexual, pudimos vincular esta investigación con las de tortura y desapariciones en Colonia Dignidad.

¿Cómo llevó a cabo su equipo estas investigaciones sobre Colonia Dignidad?
Teníamos escasos recursos pero mucha voluntad de investigar. Formé un pequeño equipo, en su mayoría jóvenes, que tenían experiencia en el trabajo con víctimas de violencia sexual y sabían tratar a los niños traumatizados y a sus familias. Junto con Jacqueline Pacheco y el abogado Hernán Fernández, localizamos a otras familias chilenas cuyos hijos habían sufrido abusos en Villa Baviera.

Meses después, hubo allanamientos en el asentamiento. ¿Por qué no pudieron detener a Schäfer?
Entramos con más personas, de 30 a 100, también con unidades de Carabineros. Era necesario, porque sabíamos que muchas personas de esta asociación supuestamente benefactora tenían armas de fuego. Sólo a nombre del médico de la secta Hartmut Hopp estaban registradas tres pistolas. A Schäfer se le filtró la información, no pudimos encontrarlo, estaba escondido en un búnker. Para detener a Schäfer tuvimos que conocer el recinto y averiguar dónde se habían torturado o asesinado a los prisioneros. Además, los habitantes de Colonia Dignidad cambiaron caminos, casas, incluso movieron la laguna.

En 1997 Schäfer se fugó a Argentina, con algunos/as seguidores/as vivían cerca de Buenos Aires. Sólo fue descubierto y detenido en 2005, luego condenado a 20 años de prisión y murió en la cárcel de Santiago en 2010. Alemania y Chile se culparon mutuamente.
Lo que ocurrió en las décadas de Colonia Dignidad fue horrible para la sociedad chilena, pero también para la gran cantidad de víctimas alemanas que sufrieron en la secta. Por supuesto que Chile es responsable porque estas cosas ocurrieron en territorio chileno. Pero la embajada alemana en Chile también conocía los relatos de los que escaparon del asentamiento, como Wolfgang Kneese en 1966.
Las autoridades alemanas siempre dijeron que Chile era responsable. Las autoridades chilenas dijeron que no eran responsables porque habían ciudadanos alemanes implicados.

En los años 1990 y 2000, como subdirector operativo de la PDI y en nombre de las Naciones Unidas, usted fue formador sobre normas de derechos humanos para la policía también en otros países. Lo que usted consiguió allí tiene una larga historia. ¿Cómo llegó inicialmente a la PDI?
Siempre quise ser policía. Así que empecé un curso de formación con la policía cuando tenía 18 años, y al tercer mes ya ganaba algo de dinero. No estudiaba, mis padres estaban en una situación económica difícil, tenía que ayudarles.
También veía atropellos de las normas y abuso de poder en la policía y no podía hacer nada al respecto. Durante un tiempo me planteé cambiarme de trabajo y dedicarme a otra cosa. Durante una estancia en el hospital, se lo conté a un cura -aunque soy agnóstico- y él sabiamente me respondió: „Equivocado, jóven. Usted tiene que permanecer en su institución. Si algún día quiere contribuir y hacer cambios, tiene que llegar a los cargos que le permiten tomar decisiones. Así que persevere, sea un ejemplo positivo. Algún día va a tener la capacidad de poder hacer cosas buenas para esa institución.“ ¡El cura tenía razón!

Usted era partidario del socialista Salvador Allende, que fue elegido presidente en 1970 como líder de la Unidad Popular…
Cuando Allende fue elegido, yo celebré. Pero sólo para mí. No podía hacerlo abiertamente, con mis colegas. La mayoría de ellos tenían otro candidato. Más tarde escuché Allende hablando con Miguel Enríquez, líder del MIR, y con Fidel Castro. A diferencia de lo que dice la derecha de nuestro país, Allende era un demócrata convencido que quería llegar al socialismo por la vía electoral y democrática.

Una de sus tareas era también observar a la organización paramilitar de extrema derecha Patria y Libertad.
Yo estaba en la Brigada Investigadora de robos de vehículos y también me agregaron al departamento de informaciones. Mi primera misión fue seguir al abogado Pablo Rodríguez Grez. Como abogado era la cara visible del frente nacionalista Patria y Libertad, y jugaba un rol de defensa jurídica para la organización a la cual llegaban también instrucciones de parte de Jaime Guzmán. Durante nuestras observaciones descubrimos que Patria y Libertad invitaba personas a varios campos de entrenamiento, uno de ellos funcionaba en Colonia Dignidad y fue organizado por Paul Schäfer y sus seguidores. Pablo Rodríguez Grez y otros dirigentes fueron allí y muchas personas participaron en los entrenamientos de Patria y Libertad y de otra organización, el Comando Rolando Matus, también. Practicaron el uso de armas, entrenaron atentados y bloqueos de carreteras y se prepararon para el Tanquetazo, el intento de golpe de Estado de los militares y Patria y Libertad que fracasó el 29 de junio de 1973. Tras el golpe del 11 de septiembre de 1973, Patria y Libertad se disolvió. Los miembros de la organización fueron incorporados posteriormente al servicio secreto de la DINA o a otros órganos de represión.

Usted mismo vivió el golpe del 11 de septiembre de 1973 en el palacio de gobierno de La Moneda y escribió un libro acerca de los acontecimientos. ¿Cuál fue su función?
En esa época yo formaba parte de la custodia policial del Presidente Salvador Allende. Éramos 17 detectives de la PDI. El 11 de septiembre estábamos todos en La Moneda y vivimos los ataques con fuego de artillería y los bombardeos desde el aire. Todo estaba empañado con gases lacrimógenos, la Moneda destruida. Cuando quedó claro que ya no teníamos ninguna posibilidad, el presidente se despidió de todos nosotros. Nos dio la mano a cada uno y dijo „Gracias, compañero“. Después se pegó un tiro en el salón Toesca.

Usted fue detenido. ¿Cómo y por qué sobrevivió?
Algunas personas habían abandonado La Moneda durante el día. 55 personas fueron detenidas en la tarde, entre ellos ministros, consejeros políticos, médicos, miembros del GAP („Grupo de Amigos Personales de Allende“, la unidad de guardia política de Allende, miembros del Partido Socialista) y nuestra unidad. Nos tumbaron en la calle, la cara en el suelo y las manos atadas en la nuca, y luego nos llevaron al Regimiento de Artillería Tacna, donde nos interrogaron y nos maltrataron. A la mayoría los fusilaron, y durante meses no supimos qué había sido el destino de muchos de ellos. Pero nosotros, los de la PDI, los 17 detectives administrativos sin función política, fuimos liberados después de 28 horas sin comida ni agua, bajo condiciones. Nuestro jefe se exilió, el resto fuimos distribuidos a otras unidades de la PDI y mantenidos bajo vigilancia. También creo que debíamos sobrevivir porque fuimos testigos del suicidio de Allende y debíamos denunciarlo.

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Luis Henríquez Seguel, noviembre de 2020, Foto: Ute Löhning

¿Qué le ha aportado esta experiencia?
Cuando llegué a casa la noche del 12 de septiembre, apenas podía creer que hubiera sobrevivido. Desde entonces, mi filosofía de vida ha cambiado. Vivo mi vida y cada día con más intensidad.

¿Qué hizo durante los 17 años de dictadura hasta 1990? ¿Estuvo implicado en detenciones, tareas de represión política de la dictadura?
Algunos de mis colegas fueron enviados a los órganos de represión (DINA, CNI) y fueron allí. Yo nunca hice nada de eso.
Nadie me iba a dar una misión de esa naturaleza. Por una parte, porque yo no era confiable, pues mis colegas de la PDI siempre me veían como un hombre de izquierda. Por otro lado, yo siempre tuve la actitud de que hacía las cosas correctamente y todo el mundo lo sabía. Si alguien me hubiera ordenado hacer algo que no era correcto, no habría seguido trabajando en la policía. Mis superiores sabían exactamente a quién podían dar órdenes y a quién no.
Además recordaba lo que el cura me había dicho, que debía seguir en la policía y que algún día podría tomar decisiones y hacer algo útil. Y creo humildemente haber sido útil y haber aportado mi granito de arena. No me importa que otros se llevaron los honores y son considerados los actores principales. Yo cumplí con mi deber. Hice lo que estuvo a mi alcance. Trabajé por la causa de la justicia.

 

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