Carlos Fernández – Pequeñas victorias moralizan nuestra gente

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Carlos Fernández, Berlin 2024. Foto: Ute Löhning

(Berlin, 30.11.2024, nd, npla) – Carlos Fernández es activista en la organización social „Frente de organizaciones en lucha“ (FOL) en Argentina. Invitado por el Bloque Latinoamericano estuvo de visita en Berlín en septiembre de 2024. Se juntó con representantes de partidos, fundaciones, sindicatos y organizaciones sociales. Aquí en entrevista con Ute Löhning.

Desde que el libertario de derechas Javier Milei es presidente de Argentina, la deuda nacional ha disminuido, pero la pobreza ha aumentado del 42% al 53% y la extrema pobreza del 12% al 18%. Carlos Fernández, ¿qué política hace el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) para contrarrestar esta situación?

El FOL se fundó hace unos 25 años ante las políticas neoliberales que generaron miles y miles de desocupados en la Argentina. Desde entonces, luchamos por trabajo, por la generación de cooperativas, por la construcción de redes comunitarias, de cuidados, de comedores populares, de jardines comunitarios, de espacios educativos y promoción de salud en los barrios populares. Y hoy venimos presentando batalla ante las políticas del gobierno actual.

¿Cómo se organiza el FOL?

Actuamos en todo el país, principalmente en las ciudades, sobre todo en las villas, asentamientos y barrios populares. Internamente nos organizamos según el principio de la democracia directa. Toda persona tiene voto en nuestras asambleas. A nivel nacional somos unas 8000 personas, organizadas en múltiples asambleas. También tenemos casi la misma cantidad de personas en la periferia de las asambleas, del FOL, compañeros y compañeras que no participan de todas las actividades, que van y vienen de la organización, pero que permanentemente están vinculados.

¿Cómo consiguen organizar a las personas que viven en situación precaria y luchar por sus derechos?

Lo más importante es entender cuáles son las necesidades de los barrios populares, de las villas, de los asentamientos, de los lugares más humildes de la sociedad. Sobre esas necesidades concretas generamos iniciativas, respuestas y también organizaciones de lucha. Muchas veces hemos participado en tomas de tierras, cuando la gente no puede pagar más los alquileres y hay campos disponibles o lugares que no están ocupados, sobre todo en terrenos que no le interesan al mercado inmobiliario o son terrenos cerca de arroyos o de ríos. Nosotros organizamos que en esas tomas, la gente pueda conseguir una vivienda, pueda auto construirse una casa, pueda organizar una cooperativa de vivienda. Esto no sólo les da un lugar donde vivir, sino también un trabajo que les permite ganar un salario.

También organizan educación comunitaria y atención a los niños. ¿En qué consiste?

Cuando ambos padres tienen que salir a trabajar, a menudo no hay suficientes plazas de guardería para los niños y a veces se quedan con sus hermanos o en lugares donde no tienen la atención necesaria. Es una situación muy triste para las familias. Por eso organizamos grupos, sobre todo de mujeres del barrio, que quieren trabajar como cuidadoras y las capacitamos. Demandamos apoyo del Estado para su capacitación, para el material didáctico y para la comida de los niños. También pedimos que las educadoras de las guarderías comunitarias y las cocineras de los comedores comunitarios sean reconocidas como trabajadoras para que no sólo tengan que vivir de nuestra autogestión que podamos generar en el barrio, sino que también reciban en parte un ingreso estatal también.

Al mismo tiempo, organizamos comunitariamente que el barrio se involucre. Porque si no hay organización comunitaria nada funciona. Es un proceso de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. La condición principal para que eso se desarrolle, es la voluntad de la gente. No llevamos cosas a los barrios, sino trabajamos para la organización del mismo barrio, de las mismas asambleas, de los mismos vecinos, de los mismos compañeros que son parte de las organizaciones que viven en esos barrios populares para que ellos a través de su organización, vayan a pelear por sus derechos.

A vuestras iniciativas también acuden personas que simpatizan con Milei. ¿Cómo les tratan a ellas?

Algunas personas no comparten todas las definiciones políticas nuestras, pero que se sienten vinculados a nosotros por esta participación comunitaria, porque también soluciona problemas cotidianos de su vida.
Por más que sigan agradándole Milei, que se queden en el movimiento, para discutir con ellos cuáles son los planes de Milei, y cuáles son las consecuencias.

No somos un partido político, no imponemos nuestras ideas a nadie. Somos más bien una organización social con definiciones políticas, un espacio de masas. Damos la batalla política y cultural, de las ideas y de discusión, en el barrio, con la población en general y también al interior de nuestra propia organización. Debatimos no sólo sobre Milei, sino también por ejemplo sobre el aborto.

Observamos una gran fragmentación entre los géneros. En las chicas de los barrios populares y las personas LGBTIQ el feminismo ha logrado un nivel de conciencia y de participación política más alto. Son la primera línea de resistencia ante la ultra derecha. Los chicos están realmente mucho más empatizando con las ultraderechas. No los expulsamos, no los alejamos de las asambleas, sino les decimos que la salida tiene que ser colectiva, no lo que les presentan las ultra derechas, que sea una salida individualista de esta situación.

¿Por qué Milei ganó las elecciones en Argentina, un país con un fuerte movimiento feminista y de derechos humanos?

La ultraderecha se ha hecho fuerte no sólo por su ideología, sino también por la frustración de nuestro pueblo trabajador. Venimos viviendo una crisis económica, una agonía económica de muchísimos años, con alta inflación y precariedad laboral. Más del setenta por ciento de la población del conurbano bonaerense no tiene acceso al agua corriente, cloacas o gas. El mercado laboral se ha desregulado y las condiciones de trabajo de los jóvenes se han deteriorado. A menudo trabajan por startups en aplicaciones con un alto grado de autoexplotación. Con la individualización hay una ruptura en la fraternidad con otros trabajadores. Hay una gran desilusión de las coaliciones  que formaron los gobiernos tras la gran crisis de 2001, tanto Macri y la coalición de derechas Propuesta Republicana, como los peronistas o los kirchneristas.

Milei, que llegó a la política como un outsider de derechas, viene ahora a criticar a todos los demás partidos como un problema y se presenta como la aparente solución. Un sector de nuestra sociedad que hoy vive peor que antes tiene esperanzas en él. La ultraderecha supo empatizar, supo leer esa frustración, ese odio, esa resignación, esa bronca, esa depresión de esos sectores de la sociedad y supo instalar que la democracia no ha resuelto los problemas. Argentina no está aislada, es un fenómeno regional o incluso mundial. Las redes mundiales están trabajando de forma coordinada para intervenir ante la situación actual y acumular más poder.

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en la estrategia de la derecha. ¿A qué actores se denomina milicias digitales?

Este término fue acuñado en Brasil. Son trolls o haters que promueven una batalla cultural en las redes sociales contra el feminismo, la llamada ideología de género y el colectivismo. Despliegan todo un arsenal de herramientas para atacar no sólo a la izquierda, sino a todas las fuerzas progresistas que representan valores democráticos, humanos y comunitarios. Utilizan noticias falsas no sólo para difamar a personas del ambito político, sino también trabajadores de la cultura, activistas sociales, dirigentes sindicales e incluso deportistas que son influencers. Exponen sus datos personales en las redes y agreden a sus familias, ¡Esto también afecta a muchos de nosotros! Esta información suele reproducirse después en los grandes medios de comunicación. El actual gobierno argentino utiliza herramientas de inteligencia del Estado y colabora con milicias digitales. Muchos de estos tuiteros o influencers de ultraderecha hoy son funcionarios del Estado argentino. Cobran un sueldo y utilizan el presupuesto del Estado argentino para alimentar estas redes.

Algunas personas han sido agredidas en el trabajo o en la calle. Estas situaciones crean miedo. Nadie quiere pelear con los trolls o con los haters y ser estigmatizado, o escrachado en las redes. Muchos periodistas se cuidan de que van a decir o que no van a decir porque tienen miedo de que eso los afecte incluso profesionalmente. No es sólo un problema del mundo digital; las libertades democráticas en nuestro país se están viendo afectadas en general.

El ataque a los movimientos sociales tiene tres dimensiones: En primer lugar, nuestro trabajo está siendo desprestigiado por agresivas campañas en las redes sociales. En segundo lugar, el gobierno está desarmando los dispositivos de asistencia social, de políticas públicas hacia nuestro sector [nota redacción: suspensión de los pagos en efectivo y bloqueo de la entrega de alimentos a los comedores comunitarios]. También nos enfrentamos a una ofensiva legal en la que se utiliza la justicia como una herramienta política.

¿Qué significa esto en términos concretos?

Se criminaliza la protesta, se persigue políticamente o personas de organizaciones sociales. Ellos se ven enfrentados a procesos judiciales, algunos a nivel nacional y otros en las provincias. Ya se han producido más de cien allanamientos a todas las organizaciones sociales. La meta es identificar compañeros y compañeras que tienen responsabilidades, quiénes coordinan con otras organizaciones, quienes motorizan o dinamizan los espacios comunitarios y las protestas sociales.

También buscaron a todos los integrantes de nuestra organización, con allanamientos en 17 lugares al mismo tiempo. También se iniciaron procedimientos contra mí y mi compañera. Se allanó nuestra casa, se inhibieron nuestras cuentas bancarias, incluso la cuenta de mi mujer por la cual cobra la asignación familiar de mis hijos. Intervinieron nuestros teléfonos. Nos prohibieron salir del país. Yo soy el primero en volver a viajar al extranjero. Se difundieron rumores de que nosotros éramos corruptos y que nos habíamos enriquecidos. Ya no nos permitían entrar en los locales de nuestra organización. Nos iban a fracturar nosotros de la base, de los compañeros organizados. Para nosotros fue muy lindo ver que generaron el efecto contrario, muchos de nuestros compañeros, cuando vieron semejante injusticia, salieron a respaldarnos a reivindicar la organización. Y salieron a pelear con más fuerza ahora.

¿Qué acusaciones se han vertido contra ustedes?

Utilizan los mismos dispositivos judiciales ilegales que utilizan contra el narcotráfico o contra el terrorismo. Al debilitar hoy las estructuras comunitarias en los barrios, están limpiando el terreno para el desarrollo de las bandas narco criminales, porque en un Estado ineficiente como el argentino, donde no puede llegar a los barrios con asistencia, con políticas públicas, si no estamos las organizaciones sociales. Si el Estado y las organizaciones sociales se retiran de estas zonas, las bandas de narcotraficantes abastecerán de alimentos a los comedores comunitarios. Esto ya está ocurriendo en algunos barrios. En Argentina, las bandas de narcotraficantes no han podido extenderse tanto como en muchos otros países latinoamericanos porque nuestras redes comunitarias han sido muy fuertes y porque también trabajamos con las iglesias, que también tienen un papel social en nuestros barrios. Tampoco reciben ya alimentos ni otras ayudas de los políticos. Si estas redes comunitarias se debilitan, nos estamos acercando a lo que ocurre en Brasil, Colombia, Ecuador o México.

¿Cuál es su perspectiva en esta compleja y difícil situación?

Como organizaciones populares, de izquierda, que luchamos por una sociedad distinta, debemos plantearnos objetivos que podamos cumplir. Para contrarrestar la desmoralización y la frustración de la población, necesitamos obtener pequeñas victorias e ir acumulándolas y construir sobre ellas. En la izquierda tenemos grandes debates. Pero la conciencia de la gente crece sobre todo con la experiencia y la praxis cotidiana. Se trata de pequeñas luchas, como conseguir que un médico pueda ir a un barrio y atender una problemática o conseguir material didáctico para un jardín comunitario. Esto no cambiará el capitalismo, pero son pequeñas victorias que moralizan nuestra gente. Nos dan un excelente argumento para seguir debatiendo otras cuestiones. Las pequeñas victorias van generando otras victorias. Debemos seguir por este camino, y al mismo tiempo también tenemos que ganar los grandes debates.

Gracias por la entrevista.

Pueden escuchar la entrevista también.

El texto en alemán se encuentra aquí.

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