Alejando “Mono” González

(Curicó, 1947 – )

Nació en el seno de una familia trabajadora en la pequeña ciudad de Curicó, en el centro sur de Chile. Muy joven se trasladó a Santiago a estudiar en la Escuela Experimental Artística donde comenzó su aprendizaje del muralismo, pues tuvo como profesores a Fernando Marcos y Osvaldo Reyes quienes habían estudiado con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros en una estancia de investigación artística en México. Egresó en 1967 y posteriormente estudió diseño teatral en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile donde se tituló en 1972. Muy joven también se afilió a las Juventudes Comunistas (JJ.CC.) haciéndose cargo de actividades de cultura y propaganda. Conocido como el “Mono” por su hiperactividad, desde las JJ.CC. González fue activo en organización de brigadas de propaganda callejera que fueran capaces de llevar mensajes revolucionarios. Así, en 1968 nacieron las Brigadas “Ramona Parra” (BRP), en memoria de una joven comunista asesinada por la policía en 1946: “se consideró que había que tener una brigada especial para la propaganda, que tuviera respuesta inmediata, que tuviera concentrados los materiales, que tuviera especialización en la mano de obra y rapidez en la respuesta de salir a la calle…”.

Una de las acciones fundadoras de las BRP ocurrió en el año 1969 en la „Marcha por Vietnam“que contó con la participación de miles personas que se desplazaron desde Valparaíso a Santiago para condenar al imperialismo “yanqui” y exigir el fin de la guerra. Durante la manifestación, jóvenes convocadxs por Danilo Bahamondes, otro de los fundadores de las BRP, se adelantaron a los manifestantes para realizar diversas intervenciones gráficas en el camino que une al puerto con la capital. Poco después, se conformaron tanto en Santiago como a nivel nacional, muchas cuadrillas de las BRP: “La idea era ganar todas las murallas del país y para eso se formaron también las Brigadas Venceremos, que se dividieron para irse al norte y al sur, con composición voluntaria de trabajadores y estudiantes, entre los que me contaba yo…” La impronta del Mono en las BRP, al centro de un movimiento que crecía y se legitimaba, significó que ellas desarrollaran un estilo propio que perdura hasta hoy. Durante la cuarta candidatura presidencial de Salvador Allende en 1969, las BRP se centraron en la elaboración de consignas de la campaña allendista. Posterior a la elección de Allende en 1970, se cuenta que un joven militante de la JJ.CC al que apodaban el „Mosca“, propuso al Mono que en vez de pintar consignas se pintaran dibujos. Eso era: convertir las palabras en dibujos. “Ahí recién nació el muralismo de la brigada, pocos días después del 4 de septiembre de 1970, cuando este compañero dio el vamos. Empezamos a trazar y nos dimos cuenta de la potencia de un mural colectivo que se ponía al servicio de la causa, un método económico, rápido y muy masivo.” Así, las Brigadas llevaron a los muros el espíritu del gobierno popular mediante coloridos dibujos e imágenes representativas de los trabajadores, la familia chilena, la geografía, símbolos potentes como la “mano-paloma-bandera”, etc. como forma de comunicar y celebrar la gestión del gobierno. Uno de los momentos cumbres de esta época lo constituyó el mural “El primer gol del pueblo chileno” (1971), realizado en la Comuna de La Granja, en conjunto con el pintor Roberto Matta. Ese mismo año el Mono gana el Primer lugar en el Concurso de murales de la FECH (Federación de Estudiante de la Universidad de Chile), con su obra “Historia del movimiento obrero en Chile” y las BRP se adjudican el mural decorativo para el nuevo Hospital del Trabajador de Santiago, obra (hoy desaparecida) que entregan en 1972.

Durante las 1.000 días de la Unidad Popular, la labor del Mono se concentró en su trabajo de muralista / brigadista, experiencia que lo marcaría para toda la vida y que daría una clara identidad a su trabajo, caracterizado por trazos negros, colores puros y contenido social. Tras el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, pasó a la clandestinidad y para subsistir debió trabajar como carpintero. Durante los días más duros, logró sobrevivir vendiendo pequeños dibujos que su amigo Roberto Matta le enviaba por correo desde Francia (conocidos como los “cheques Matta”). Bajo un nombre falso consiguió trabajo en el Teatro Municipal de Santiago, donde desempeñó labores de tramoyista, pintor y escenógrafo. Multifacético, González colaboró en cine en películas pioneras de cine chileno de la postdictadura como La frontera de Ricardo Larraín, Machuca de Andrés Wood y La danza de la realidad de Alejandro Jodorowsky.

Pero, su pasión continuaría siendo los “murales callejeros”. Los muros de las ciudades chilenas de Iquique, La Serena, San Antonio, Santiago –donde se ubica el Museo a Cielo Abierto del que es director artístico–, Valparaíso, Lota, Valdivia, Coyhaique, entre otras, cuentan con obras del artista en las que se plasma el imaginario popular de una época que trasciende y se proyecta hacia el futuro. En 2008, realizó el mural Vida y trabajo (2008) en la estación de metro Parque Bustamante de Santiago, una obra en la que combinó el estilo de la BRP con el uso del spray, propio del grafitti actual. Fuera de Chile, González ha pintado también en ciudades de Argentina, Holanda, Francia, Italia, Ecuador, Perú, Cuba, entre otros países. Alemania continúa pendiente…

En 2011 publicó 27 de Febrero, libro en el cual plasma con técnicas propias de su trabajo las emociones de unos pobladores de Curanipe luego del terremoto de 2010 y en 2017 lanzó el libro Cuaderno de piel. Ese mismo año González, que fue nominado en al Premio Nacional de Artes Plásticas de Chile, ante lo que manifestó: “Voy al Nacional para instalar la identidad callejera en la Academia.” En 2019 el “mono” emprendió un proyecto de especial significación biográfica y política: junto a su amigo, el pintor Guillermo Nuñez, rehicieron el mural que éste último había realizado para el edificio de la UNCTAD III, actual Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en 1972. La obra titulada “Homenaje al trabajo voluntario” fue destruida por los militares luego del golpe. Casi 50 años después, el Mono acompañado de los artistas callejeros “Saile” y “Matu” realizaron una nueva versión del mural bajo el título “Memorial a la memoria”, en las afueras del GAM: “el trabajo tiene que ver con la memoria, con cómo se interrelacionan las generaciones pero además en cómo le damos al espacio público una vitalidad y un contenido.”
Contribuyendo a transformar los muros, edificios y galpones Alejandro “Mono” González ha hecho de la calle un lugar de aprendizaje y expresión artística, a través de intervenciones del espacio público de obras “sin autor”, sellando con esa originalidad una experiencia que se convirtió en referente del muralismo latinoamericano. Sus murales no sólo han servido para defender una idea o una posición política, sino que ha sido expresión de una cultura popular que emerge de la creatividad múltiple y del trabajo colectivo. Desde su galería en el Mercado Persa Biobío de Santiago, dedicada al grabado y la serigrafía, donde realiza exposiciones y vende obras de artistas jóvenes, el Mono regresa a su biografía: “Vengo de calle, conozco la calle y hasta el día de hoy sigo metido en la calle y trabajo en los espacios territoriales, como ahora por ejemplo estamos acá en le barrio Franklin y esto significa que también hay murales alrededor. O sea, no nos encerramos sino que estamos ocupando el espacio…” y cierra: “Para la policía, un grafiti es delincuencia, me importa un comino”.

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