(Londres, 1927 – )
Fue en 1944 viendo una presentación La Mesa Verde, la pieza de danza contra la guerra de la compañía alemana Jooss, que la joven Joan Turner decidió olvidarse de estudiar historia en su Londres natal y dedicarse al mundo del baile. Al terminar la coreografía, Joan se escabulló por detrás del escenario para hablar con el director, el propio Kurt Jooss, quien le confesó que la compañía debería por ahora cerrar, pero le recomendó que se formara porque en el futuro podría haber alguna oportunidad para ella. Joan le hizo caso al maestro y en 1947 comenzó a estudiar en Escuela de Danza de Sigurd Leeder, cercano también a los conceptos de Jooss. Para 1951 la tenaz Joan Turner ya trabajaba como bailarina en la compañía de Jooss y con ella recorrería gran parte de Europa actuando en Alemania Occidental, Bélgica, Holanda, Suiza, Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Cuando se incorpora Turner, entre los bailarines del Jooss se encuentran dos chilenos: el talentoso payaso Alfonso Unanue y Patricio Bunster, que era bailarín y coreógrafo y de quien Joan se enamora “locamente”. Trabajan juntos en diversas giras y presentaciones durante las cuales en 1952 Joan cumple su sueño de representar la figura de la Guerrillera en La Mesa Verde y además frente a gente que había vivido el horror y la destrucción de la guerra: en Rotterdam, en Kassel, en Berlín. Fue algo “inolvidable y conmovedor” recuerda. La pareja se casa en 1953 y poco tiempo después la compañía debe disolverse por falta de fondos. La joven pareja busca entonces un nuevo comienzo: “Patricio dejó Inglaterra en marzo de 1954 para regresar a Chile, y yo le seguiría cuatro meses después a un país del que poco sabía, salvo que era su patria y tenía una compañía de ballet que interpretaba algunas piezas del repertorio de Ballets Jooss. Aquel extraño país, una larga y delgada franja en el atlas, se había convertido en mi futuro”. Y, en efecto, ese futuro depararía para Joan Turner grandes y felices momentos, pero también una gran tragedia que marcaría el resto de sus días.
En Chile Joan se une a Bunster y Unanue y comienza a trabajar en el Ballet Nacional de Chile, que estaba dirigido por el alemán Ernst Uthoff. Durante este período la bailarina gana su lugar e interpreta lo que sabe: otra vez La Mesa Verde y brilla con particular éxito interpretando la Mujer de Rojo en la escena de la cantina de la ópera Carmina Burana, pero también promueve obras más experimentales. Por aquella época la influencia cultural de la poesía de Pablo Neruda era muy importante, incluso en la danza. La propia casa del poeta en Santiago funcionaba como centro cultural desde donde surgían ideas y proyectos. Fue así, que en 1959 Patricio Bunster crea su obra cumbre: Culaucán, inspirada en versos del Canto General (1950) de Neruda, en la que Joan interpreta nada menos que la figura simbólica de la Madre de América. La obra suscitó muchos elogios y comentarios, incluso más allá de Chile. Nace su primera hija: Manuela.
Desde 1956 Joan había dedicado parte de su tiempo a dar clases de expresión corporal en la recién creada Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y entre los muchos alumnos había tenido a chico moreno de origen popular, que venía de la compañía de mimos de Noisvander: ese joven era Víctor Jara. Con el tiempo ellxs volverían a juntarse y él se convertiría en un elogiado director teatral del ITUCH (Instituto de Teatro de la Universidad de Chile) y en un consagrado cantor popular revolucionario. En 1961 Joan, ya separada de Bunster, comienza una relación amorosa con Víctor Jara, de la que nacerá su segunda hija Amanda en 1964, que durará hasta el asesinato del cantautor en septiembre de 1973.
Durante la década de los 60s Joan y Víctor desarrollan un creciente interés por la cuestiones políticas tanto en sus investigaciones artísticas como en diversas presentaciones en escuelas, sindicatos, festivales y viajes por Chile y el extranjero. En 1965 Víctor se convierte en un número fijo en la “Peña de los Parra” – local donde actuaban los músicos de la Nueva Canción Chilena – y Joan se compromete con acciones de cocina. Viven intensamente la vida política y artística del momento. Durante esos años él compondría las canciones que lo harían un estrella del canto popular chileno: “El aparecido” (1967), “Preguntas por Puerto Montt” (1969), “Te recuerdo Amanda” (1969), “Plegaria a un labrador” (1969), “Ventolera” (1970), “El derecho de vivir en paz” (1971), etc. Joan ha continúa con su trabajo como bailarina, coreógrafa y profesora de danza, pero renuncia por aquellos años al Ballet Nacional y, poco después, también a su puesto en la universidad. Un mundo de intrigas, de polarización política, más la dimisión de Uthoff de la dirección de la escuela, la convencen de tomar esta decisión. Joan busca nuevos espacios: encuentra junto a su amigo Alfonso la oportunidad de crear un grupo de danza en la Casa de la Cultura de Ñuñoa, donde establecen grupo de danza para niños. A partir de 1967, el grupo se traslada la barrio alto de la ciudad, al Instituto Cultural de Las Condes, donde cuenta con mejores infraestructuras. Allí, exploraran nuevas formas expresivas y llegan a tener un grupo de danza estable. En 1969 Joan estrena Órbita una pieza de danza con música del prestigioso compositor Sergio Ortega. Meses después el grupo vuelve al departamento de danza de la Universidad de Chile bajo el nombre de Ballet Popular y toma parte de la campaña presidencial por Allende en 1970 realizando presentaciones a lo largo de Chile.
Pero, todo este devenir de proyectos y experiencias de crecimiento profesional y personal será violentamente cortado por el Golpe Militar de septiembre de 1973. El día del golpe Víctor Jara tenía que cantar en un acto donde hablaría Allende. Pero, obviamente dadas las noticias radiales y el último discurso del presidente, eso no ocurriría. De todos modos él, siguiendo un sentido del deber, se dirigió a la Universidad Técnica, que era su lugar de trabajo. Se despidió de Joan y de la niñas como si en un rato volvieran a verse, pero fue la última vez que se vieron. Víctor Jara sería arrestado el 11 de septiembre en la universidad, golpeado y conducido al Estadio Chile donde sería asesinado por los militares algunos días después. Su cuerpo con signos de tortura fue encontrado por vecinos de San Miguel el 16 de de septiembre, cerca de la línea del ferrocarril. Un joven militante comunista se presentó entonces en la casa de los Jara/Turner y dio la noticia a Joan. Ella debió reconocer el cadáver y después de dejar los restos de su esposo en un nicho del Cementerio General, y de poner en manos amigas las cintas con sus las últimas grabaciones, abandonó Chile en compañía de sus dos hijas: “El 5 de octubre de 1973, mientras abordaba el avión en el aeropuerto Pudahuel de Santiago, escoltada por el cónsul británico, yo era una persona sin identidad. Lo que yo hubiera sido —¿bailarina, coreógrafa, profesora, esposa?—, había dejado de serlo.”
Ciertamente que una parte de Joan Turner murió al morir Víctor Jara, pero la intensidad de lo vivido y su propia determinación forjaron en ella una incansable dignidad. Viajó por toda Europa y el resto del mundo hablando de Víctor Jara y manteniendo viva su música y mensaje, y también denunciando en el extranjero las violaciones a los derechos humanos que ocurrían en el Chile dictatorial. Regresó en 1984, y junto a Patricio Bunster, formó la emblemática compañía de Danza “Espiral”, por donde pasaron la mayoría de los bailarines formados en Chile. Cuando acabó la dictadura (1990) Joan decidió usar formalmente el apellido de su esposo, desde entonces es Joan Jara. En 1993, después de muchas acciones en la calle y varios festivales y en el Estadio Chile (hoy Estadio “Víctor Jara”), Joan Jara juntos a sus hijas y varixs amigxs creó la Fundación Víctor Jara, que desde entonces conserva y promueve el legado del artista. También ha seguido luchando por la búsqueda de justicia del crimen de Jara, por más de cuarenta años impune; recién en 2018 un tribunal chileno condenó a ocho militares en retiro por el terrible asesinato. Joan Jara también interpuso una demanda civil en EE.UU. contra el autor del crimen, Pedro Barrientos, que vive en ese país. En 2009 el Senado chileno concedió a Joan Jara la nacionalidad chilena por gracia, por su aporte a la cultura y la lucha por los Derechos Humanos.