(Checoslovaquia, 1939 – )
Nació al principio de la Segunda Guerra Mundial en la antigua Checoslovaquia. De niña fue testigo cómo su país se convertía en un estado satélite de la URSS. De joven, la vida cotidiana del socialismo real y en contexto de la Guerra Fría, le parecen cada vez menos una alternativa digna. A principios de 1968, un grupo de comunistas reformistas en torno al político Alexander Dubček despierta la esperanza de un camino más democrático hacia el socialismo. Pero la invasión del Ejército Rojo en Praga pone un abrupto fin al tímido experimento de la llamada“Primavera de Praga“. A partir de ahora, la URSS ya no está presente sólo como una “generosa” potencia protectora, sino que interfiere directamente en la política interna del país.
En cartas a su esposo Milan Stuchlik, Jarka describe la disminución de la libertad de prensa y la reestructuración de las instituciones culturales y científicas bajo el control estalinista. Milan desde la distancia, sólo puede comprender parcialmente lo que ocurre en Praga y trabaja febrilmente en un plan para poder reunirse con su familia en el sur de Chile, donde se encuentra desde finales de 1968 realizando una estancia de investigación. En 1969 la embajada finalmente da luz verde: Jarka Stuchlik y sus dos hijos, Peter y Lidia, emprendieron su viaje.
Milán Stuchlik, antropólogo de profesión, se encuentra en “reducción” de Coipuco, para amalizar la estructura social de las comunidades mapuches y para hacer vida académica en las universidades de Concepción y Temuco. Después de un largo viaje desde Praga, con escala en Lisboa, la familia se reúne en el aeropuerto de Pudahuel de Santiago. Las primeras semanas en la capital son de intensos encuentros con la comunidad diplomática checoslovaca, pues todos están expectantes de recibir noticias de Praga, de modo que los Stuchlik van de casa en casa y les llueven la invitaciones. La verdad es incontestable: la URSS ha sentido la necesidad de reafirmar su autoridad en los países satélites de Europa del Este acallando, con el envío de tanques que ocupan militarmente las ciudades, el emergente movimiento reformista surgido en Checoslovaquia. La situación no presagia nada bueno…como se comprobará más tarde con las purgas y la férrea represión de la disidencia.
Una semana más tarde los Stuchlik se despiden de sus cálidos anfitriones en Santiago, para dirigirse a “casa”, en la provincia de Cautín en pleno territorio mapuche, a unos 800 kilómetros al sur de la capital. Jarka recuerda el cómodo viaje en el coche cama del tren nocturno a la ciudad de Temuco donde, la mañana siguiente, amigos los esperaban en un Jeep “destartalado y lleno de barro” para llevarlos al pueblo. Ella se sentía extrañamente conmovida: “No había sido solo hace catorce días que me había despertado en mi dormitorio de Checoslovaquia con el aroma embriagador de la cerezas y los damascos maduros? Ahora me sentía atrapada en un cajón de naranjas. La habitación estaba construida por completo de madera de pino, con lágrimas de resina goteando por las paredes (…) Pero esta mañana de junio, me dí cuenta con cierta tristeza que mi vida anclada en esta caja de pino sería de ahora en adelante principalmente estacionaria (…) estaba en el sur de Chile, a setecientos kilómetros de Santiago, a la misma distancia de la Patagonia, y equidistante de Argentina y del Pacífico. El nombre del pueblo era Cholchol que en lenguaje indígena significa cardos.”
Aunque el impacto del invierno, la pobreza y la mentalidad local es fuerte, Jarka está ilusionada con esta aventura en Sudamérica y pone toda su energía para este nuevo comienzo. Para ello necesita dos cosas urgentes: tranquilidad mental, para salir del estado de miedo e incertidumbre que dejan los sucesos políticos en Checoslovaquia (su casa saqueada, amigos y colegas perseguidos) y, aprender español. El poblado Cholchol cuenta con una fuerte presencia de misioneros: de la Iglesia Anglicana y de la Iglesia Católica, por medio de la Fundación Maryknoll en cuyas dependencias llegan a vivir los Stuchlik. Instalada en Cholchol, desde esta posición colonial de entrada, Jarka comienza una experiencia más bien a contrapelo del entorno. Sin embrago, va desarrollando una fina mirada crítica, abierta y llena de curiosidad con los sucesos que le toca vivir. Comienza a aprender español, pero es más lento de lo esperado, mientras su presencia pública en Cholchol y en Temuco, donde van regularmente para al abastecimiento, es la una gringa o rucia de la ciudad. Sin embargo, esto no la desanima y se motiva para acompañar a Milan en sus visitas a la comunidad Mapuche de Coipuco, con las que va aprendiendo antropología. Su mirada de europea del este le permite observar cosas que los estudiantes chilenos de su marido – por sus arraigados prejuicios racistas – son incapaces de apreciar. Escribe: “decir que los mapuches son individualistas contumaces cuando se trata de asuntos relativos a la propiedad y la economía sería una grosera simplificación. Sabemos que se valen del antiquísimo sistema de cooperación llamado “mediería” o propiedad y trabajo compartidos con el que resuelven el perpetuo problema de la escasez de tierra o semillas.”
En 1971 comienza a estudiar antropología social en la Universidad Católica de Temuco, en un programa impulsado por el Centro de Estudios de la Realidad Regional (CERER), dirigido por Milan Stuchlik, el lingüista Adalberto Sala y el psiquiatra Martín Cordero, además de contar con presencia de varixs investigadorxs extranjeros. El CERER nace como efecto de la Reforma Universitaria chilena y se propone ser un centro de investigación de carácter interdisciplinario, exigente y con una fuerte orientación científica en antropología. Pero, al principio la presencia de CERER en la Universidad de Temuco es bastante marginal, la sede se encuentra apartada y el perfil de lxs estudiantes se aleja mucho del resto del estudiantado, que sufre un proceso de radical politización. Milan, director del CERER y de la naciente carrera de antropología se opone a que todo lo opaque la política: él quiere anteponer la calidad del análisis a la toma de partido, considera que es un privilegio poder hacer trabajo de campo en el momento histórico que vive el país, y Jarka le apoya: “en nuestro Departamento no evitábamos la política, sino que le dábamos un enfoque diferente. Comenzamos a mirar a Chile como un laboratorio científico.”
En este contexto, los Stuchlik desarrollan un círculo de amistades y colegas (cosmopolitas) con las que intentan “lograr algo concreto y positivo a pesar de toda la política, los funcionarios y los fanáticos que nos rodeaban (…) había en Chile un deseo de progresar, de avanzar y la sensación de que por primera vez los medios para lograrlo estaban de verdad en manos de sus ciudadanos”. Con esta ética de trabajo, los Stuchlik quieren aportar con datos objetivos al desarrollo de los cambios. Pero, no siempre son bien vistos, sobre todo cuando entran en contacto con los estudiantes de la Universidad de Concepción, muy influenciados por la ideas izquierdistas del MIR, entre los que Jarka reconocía a “los activistas, los manipuladores supremos que arreaban de un lado para el otro en nombre de la lucha de clases y se daban palmaditas en la espalda por estar encima del rebaño.”
Jarka Stuchlik va a Chile por doce meses y se queda más de más de cuatro años. El Golpe de Estado de 1973 le obliga junto a los suyxs a regresar en barco a Europa, pero no ya a Checoslovaquia, sino a Francia y luego a Irlanda en Belfast, donde comienza a escribir sus recuerdos y experiencias en Chile. Diversos textos en forma de crónicas noveladas, en diálogo permanente con su esposo que preparaba también su libro sobre los Mapuches en Chile, Life on a Half Share (1976). La prematura muerte de Milán en 1980 paró todo este proceso y Jarka no pudo retomar la escritura sino hasta 1986. Pero, sería solo hasta 1997 cuando todos esas páginas vieran la luz, con la publicación en checo de Indios, políticos y coroneles. Relato de la vida de una familia checa en Chile 1969-1973. En Chile se publicó en 2017 su traducción al castellano como Flores de Cobre. Chile entre 1969 y 1973, un libro en el que encontramos una mirada intermedia, a escala humana, de las complejidades del camino chileno al socialismo y del ambiente político de la época visto desde una doble condición minoritaria: de mujer extranjera.