(Yanama, Departamento de Áncash, 1930 – Lima, 2018)
Durante las décadas de los 60s y los 70s del siglo XX, las ciencias sociales latinoamericanas abordaron la cuestión de desarrollo y los intelectuales, sociólogos y economistas se dividieron en dos grandes perspectivas: las teorías de la modernización, inspiradas en el estructural funcionalismo y la teoría del imperialismo, fundada sobre todo en la teoría marxista, de la cual nacerían diferentes versiones de la llamada “teoría de la dependencia”. Desde finales de los años 60s y durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), Chile se convirtió en un centro de producción de pensamiento debido a la presencia de importantes organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) organismo dependiente de la ONU fundado en 1948, o la Facultad latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) creada en 1957, ambas con sede en Santiago. También fueron determinantes la creación a fines de los 60s de centros de investigación universitaria consagrados a pensar y entender la realidades nacionales y regionales en el contexto de la expansión capitalista, como el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) en la Universidad Católica y el Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) en la Universidad de Chile. Así, tuvo lugar en y desde Chile un importante debate que reunió, entre otrxs, a figuras como Theotonio do Santos, Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra, Enzo Faletto, Celso Furtado, Armand y Michèle Matelart, Emir Sader, Marta Hartnecker, André Gunder Frank, Lelio Basso, Roger Wekemans, Fernando Henrique Cardoso y el propio Quijano.
Aníbal Quijano llegó a Chile en 1966 a trabajar en la CEPAL. Dejaba en Perú una larga historia de luchas, de debates abiertos sobre la realidad peruana, de cárcel, muchos años de proyectos editoriales y de significativa producción teórica. Dejaba atrás también una amarga pelea con el escritor José María Arguedas, cuyo suicidio en 1969 sanjaría tristemente sus diferencias. Según Quijano la sociedad peruana emergía de un cruce entre las divisiones de castas y una sociedad de clases, en la que domina un tipo híbrido encarnado en la figura del “Cholo”. Serán los “indios cholificados”, personajes de dos mundos, decía Quijano, quienes impondrán su hegemonía al movimiento campesino. Se oponía por ello rudamente a la posición “indigenista” (supuestamente defendida por Arguedas a través de su novela Todas las Sangres de 1964) y hablada de procesos de reidentificación y de reformulación de identidades como clave para entender la Modernidad y los procesos de urbanización en América Latina. Enfrentando también la mirada “blanca,” Quijano proponía una mirada más compleja de las sociedades mestizas y destacaba la dependencia cultural y epistemológica que significaba sostener esas categorías cerradas: fue el sistema colonial el que creó a los indígenas y a los blancos y esa fue la forma violenta de establecer relaciones de superioridad y subordinación que necesita el capitalista colonial. Estas jerarquías culturalmente establecidas están impresas en las formas de pensar, de vivir y continúan surtiendo efecto en la actualidad, decía. Aquí ya se prefiguraba un aspecto central de lo que después se llamaría la colonialidad del poder.
Al llegar a la CEPAL y en contra de la posición dominante en la institución, la primera tarea que se propuso Quijano fue la crítica de la explicación dualista de la marginalidad, dominante en el pensamiento “cepalino” de mediado de los años sesenta. Las teorías dualistas, con su idea de coexistencia de formas sociales de tiempos diferentes y sus asimetrías, no establecía una relación significativa – ni teórica ni política- entre la situación social de los individuos llamados marginales y las tendencias estructurales de la sociedad. Lo marginal aparecía entonces como un atributo de los propios individuos o como un residuo de la modernización. Así, se podía leer en dos de los autores más influyentes del momento: Gino Germani en Argentina y el jesuita belga Roger Wekemans en la acción católica en Chile. Para Quijano, en cambio, la marginalidad era un concepto estructural que daba cuenta de la inserción indirecta, fragmentaria subordinada e inestable de importantes grupos de la población en el modo de producción capitalista dependiente.
En 1970, al llegar Allende a la presidencia de Chile estas cuestiones se hicieron todavía más críticas e interesantes, puesto que la Unidad Popular se proponía romper justamente la dependencia y transitar hacia el socialismo. Algunos recuerdan a Quijano retirándose apurado de la sede de la CEPAL, para llegar a tiempo a las reuniones en el CESO donde estas cuestiones urgentes de la marginalidad, la dependencia y el desarrollo se debatían desde la teoría marxista. El sociólogo peruano permaneció en Chile hasta finales de 1971 y luego regresó a Perú para participar en la fundación de Movimiento Revolucionario Socialista (MRS). En 1973, cuando sobreviene el Golpe Militar contra Allende, muchxs chilenxs lograron escapar por tierra a Perú y Quijano participó activamente en la campaña de acogida y solidaridad con los perseguidxs. Meses después sería él quien tendría que abandonar Perú, obligado por la censura del régimen militar de Velasco Alvarado contra sus ideas “demasiado críticas” publicadas en la revista Sociedad y Política (N°4).
Deudor de Mariátegui – el gran pensador peruano del siglo XX – Quijano propuso importantes herramientas teóricas para entender la realidad latinoamericana, como la categoría de heterogeneidad estructural y dependencia. Con ella intentó dar cuenta de una “combinación y contraposición de patrones estructurales cuyos orígenes y naturaleza eran muy diversos entre sí”. Diversos órdenes de fenómenos relacionados mutuamente, pero no de manera homogénea, sino en forma conflictiva y contradictoria, constituyendo una estructura de poder social. Fue parte de los dependentistas pero al mismo tiempo se alejó de ellos destacando la inmensa complejidad de las formaciones sociales latinoamericanas, no únicamente los aspectos o causas referidas a la crítica al imperialismo y el modo dependiente del desarrollo. La simple relación de dependencia entre centro y periferia no le permitía una comprensión cabal de los fenómenos ligados al llamado subdesarrollo. Quijano adicionaba elementos culturales, como los sistemas de dominación interna y veía indispensable el cuestionamiento de la manera eurocéntrica de entender la vida social: no es sólo una forma de ver el mundo, sino que se refiere al pensar en cuanto tal. Quijano utilizó las clasificaciones de indio, blanco, mestizo, etc. para pensar la matriz racista del capitalismo. Sin embargo, su teoría no llegó a incluir las relaciones de género.
Quijano fue doctor honoris causa en universidades de Perú, Venezuela, Costa Rica y México, así como profesor visitante en varias otras universidades a lo ancho del mundo. Durante su larga vida publicó diversas libros y artículos y fue editor de revistas, siendo la de mayor importancia y duración la titulada Sociedad y Política, por cuyas páginas transcurren diecisiete años de historia americana. Siguió visitando Chile con regularidad, donde tuvo amigxs y causas comunes.