(Santiago, 1932 – )
Uno de los rasgos que se le ha de reconocer al Partido Comunista chileno, es el hecho de que sus principales dirigentes y representantes han sido gente de clase popular. Así lo muestra también el itinerario biográfico y político de Mireya Baltra, quien llegó a ser diputada por el PC, miembro de comité central en 1969 y más tarde Ministra de Trabajo durante el gobierno de la Unidad Popular.
Su madre, María, había llegado a la capital desde el sur a principios del siglo XX y, como tantas mujeres, encontró trabajo como empleada doméstica en una casa burguesa. Su padre, hijo de madre soltera, nació en un “conventillo” de Santiago y fue analfabeto hasta que durante el Servicio Militar un compañero le enseñó a leer. Con este nuevo conocimiento José logró convertirse en suplementero, oficio que por aquel tiempo consistía no sólo en vender los diarios sino también de vocearlos. La infancia de Mireya transcurrió entre la escuela y el quiosco de diarios que su padre, con mucho esfuerzo, pudo establecer en el centro de Santiago. Desde ese lugar céntrico José, que además tenía grandes dotes de orador (perfeccionado con el pregón de los diarios), entró en contacto con clientes abogados y políticos que se acercaban al quiosco a conversar y se afilió al Partido Radical, que en aquel momento era un partido de “avanzada”.
En una ocasión, Mireya acompañó a su padre a una reunión del partido en la que se discutía la situación de los lustrabotas en el centro de Santiago, ante lo que la mayoría de los asistentes opinaba que ese era un problema de la Municipalidad y que había que sacarlos a todos. La joven Mireya ardió de rabia: “creo que fue en esa reunión donde entendí que a los pobres hay que defenderlos de todos, especialmente de aquellos que decían que estaban a su lado”. Por ello años más tarde, cuando en 1962 Baltra sería elegida regidora (concejala) por Santiago, defenderá permanentemente el comercio callejero y derecho al trabajo en la vía pública.
A finales de los 50s Baltra decide poner su propio quiosco, también en el centro de la capital. El día que se disponía a inaugurarlo, una gran conmoción callejera impidió su apertura: el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, siguiendo las recetas de la misión estadounidense Klein-Sacks, aplicó una política económica de ajustes que golpeó a los sectores populares. Se decretó el alza de varios productos y servicios, entre ellos el transporte, lo que provocó la reacción de la gente. Entre el 1 y el 3 de abril de 1957 las calles de Santiago se vieron tomadas por una multitud enardecida, que encendió barricadas, bloqueó la red vial y provocó destrozos en locales comerciales. Algunos días antes, en Valparaíso, el “Comando contra las alzas” (compuesto por la CUT, el Frente de Acción Popular, las federaciones de estudiantes y los partidos de oposición) había iniciado movilizaciones, mítines relámpago y barricadas que culminaron el 30 de marzo con un mitin en la Plaza O’Higgins donde se hizo un llamado a la huelga general. La policía irrumpió disparando contra los manifestantes, resultando numerosos heridos y un muerto. En Santiago, el gobierno decretó el estado de sitio y sacó al ejército a las calles desatando una represión desmedida que se saldó con 21 personas asesinadas y más de 500 heridas. Estos sucesos conforman uno de los episodios insurreccionales más importantes en la historia de Chile del siglo XX y es conocido como la “Batalla de Santiago”.
Pasada la “batalla”, la ciudad volvió a una tensa normalidad, Baltra pudo abrir su quiosco y poco tiempo después se afilió al combativo sindicato de los suplementeros. Fue elegida encargada del Departamento Femenino del sindicato y luego promovida a la Federación Nacional de Suplementeros. Finalmente en 1962, su carrera sindical fue coronada con el ingreso a la dirigencia de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). En sus memorias, la dirigente explica como la vida en el quiosco fue su verdadera escuela y observatorio políticos, pues fue un punto de encuentros diversos, contactos y debates. Pero además, en las horas de calma Baltra leía mucho y, con sólo 17 años, comenzó a escribir algunos artículos para revista “Vea”. Una tarde de 1958 uno de los clientes, el periodista Carlos Rosales del diario El Siglo (órgano del PC), pasó y le pidió a Baltra un artículo; ella no lo dudó y rápidamente escribió La mujer como fuerza política, con el que comenzó una etapa como columnista de este medio que duró hasta 1963. Algunos años después, en 1969, Baltra asume como miembro del Comité Central del Partido Comunista.
En 1971 promueve junto al partido Socialista la creación del Frente de Mujeres de la Unidad Popular, ocupando el cargo de secretaria general, mientras que la senadora del Partido Socialista María Elena Carrera Villavicencio ejerce como presidenta. En 1971 el Presidente Salvador Allende llama a Baltra para ocupar el cargo de Ministra de Trabajo y Previsión Social, convirtiéndose con ello en una de las primeras mujeres en la historia de Chile en formar parte de un gabinete de gobierno. La nueva ministra declaró en aquel entonces: “El compañero Presidente, con mi nombramiento, ha puesto en la mujer confianza en su capacidad de dirección. Esto es para todas las mujeres chilenas aunque no compartamos ideas políticas. Pero se trata de una mujer que hará todos los esfuerzos y pondrá todo su empeño en resolver los problemas diarios de la clase obrera”. Entre los logros de su gestión se encuentra el haber otorgado calidad jurídica de obreras a la empleadas domésticas, con la Ley N°17.423.
Al día siguiente del golpe militar de 1973, Baltra fue llamada a presentarse en le Ministrio de Defensa a riesgo de “atenerse a las consecuencias” si no acataba la orden. Se asiló en la Embajada de Holanda junto a las también parlamentarias comunistas Gladys Marín, Julieta Campusano y al Ministro de Hacienda Orlando Millas, donde permaneció 9 meses. En julio de 1974 salió exiliada a Holanda donde permaneció un año. En 1975 se trasladó a Praga (Checoslovaquia) donde trabajó en la Federación Sindical Mundial, organismo que representaba a los países socialistas y a otros movimientos sindicales de América Latina. Entre 1984 y 1987 vivió en Cuba, donde participó en la Federación de Mujeres Cubanas. Finalmente, en 1987, regresó a Chile acompañada de Julieta Campusano, internándose de forma clandestina a través de la cordillera de Los Andes con la ayuda de arrieros y dirigentes del Partido Comunista argentino. Inmediatamente se presentó en los tribunales de justicia donde fue detenida y “relegada” a Puerto Aysén, en el extremo sur de Chile. A su regreso a Santiago dio un conferencia de prensa clandestina, después de la que fue detenida y juzgada por la Ley de Seguridad Interior del Estado, siendo condenada a cumplir la pena de prisión en la Cárcel de Mujeres de Santiago. De nuevo en libertad, fue una luchadora incansable contra la Dictadura. Con ochenta años Baltra escribió sus memorias: Del quiosco al Ministerio del Trabajo, publicada por LOM Ediciones en Santiago de Chile en 2014.