(Marburgo, 1934 – )
„Grupos con banderas rojas marchan alrededor de nuestro edificio, ¡Sáquenme de aquí!“ Por casualidad, mientras visita la firma en Leverkusen, Dierk von Drigalski escucha esta agitada llamada del director general de Bayer AG en Santiago de Chile. Es el años de 1972. Drigalski, que hasta entonces ha estado a cargo de una empresa del grupo farmacéutico en Indonesia, se ofrece inmediatamente como sustituto. No porque sintie que Sudamérica sea el lugar óptimo para hacer dinero, sino porque „este fantástico experimento de socialismo con libertades civiles“ le interesa mucho. Convence a su compañera Greta para que „lo siga a un país completamente desconocido para ella“. Unas semanas después ya están allí para „poner el negocio de nuevo en marcha „, especialmente la división de protección de cultivos. Pero no es una tarea fácil: La fábrica está temporalmente ocupada, hay escasez de materias primas y muchas huelgas. Drigalski ve necesario ejercer como mediador político.
Aunque al principio los funcionarios de la oficina nacional de planificación Odeplan creen que Drigalski es sólo otro gringo que viene a quejarse de la pérdida de beneficios, muy pronto cambian de opinión. Sobre todo un secretario de estado y representante del Partido Comunista, que encuentra muy acertados sus argumentos de que la producción de ciertos plaguicidas debe tener prioridad para garantizar el suministro básico de productos agrícolas. Pero, esta idea de cooperación entre la empresa Bayer y el Estado chileno fracasa debido a la resistencia de la izquierda. Drigalski se encuentra a menudo en el papel de observador crítico. Critica la nacionalización de las empresas familiares rurales porque cree que es contraproducente, ya que se alinearán con el electorado de la clase media. Está igualmente decepcionado por el bajo nivel de ayuda económica que proporciona la URSS a la nación hermana de Chile. Pero, la superpotencia comunista simplemente no estaba „interesada en el socialismo con valores democráticos“.
Durante la huelga de camioneros de 1972, con la que la derecha chilena intenta quebrar al gobierno, Dirgalski pone la infraestructura de Bayer al servicio de los suministros de emergencia para la población. Experimenta el derrocamiento de Allende por parte de los militares desde lejos, pues su contrato en Chile era sólo de un año. Hoy en día ya no tiene nada que ver con Bayer. Prefiere apoyar a las cooperativas bananeras del Ecuador de manera voluntaria. Y sigue convencido de que „las ideas socialistas de Allende eran factibles en condiciones democráticas“, si no hubiera habido interferencias externas.