(Montes Claros, Minas Gerais, 1922 – Brasilia, 1997)
Vamos a hablar de un gran intelectual, antropólogo, profesor, latinoamericanista, educador, escritor multifacético. Darcy Ribeiro salió de Brasil, como muchxs otrxs, huyendo de la dictadura militar que en 1964 había derrocado al presidente Joao Goulart, y se instaló a vivir en Montevideo, donde trabajó como profesor y colaboró en la reforma de la Universidad de la República Oriental del Uruguay. Ese mismo año, el candidato presidencial Salvador Allende visitó a los exiliados brasileños en Uruguay (entre los que estaba el mismo Goulart y otros ex ministros) y mantuvo largas conversaciones con ellos. Ribeiro, por entonces un “provinciano brasileño”, quedó impresionado con el carisma y el profundo sentimiento latinoamericanista de Allende.
Algunos años más tarde, en 1971 Allende llamó a Ribeiro a formar parte de los asesores extranjeros del gobierno popular, como al valenciano Joan Garcés, para colaborar en el campo de la educación y la cultura. Pero, en comparación con otros destcadxs investigadores brasileños exiliados en Chile, como Vania Bambirra o Theotonio do Santos – cuyas posiciones políticas se inclinaron mayoritariamente a la vía de insurreccionalista del MIR – Darcy Ribeiro mantuvo una posición más cercana al gobierno de Salvador Allende, que proponía un camino al socialismo entrando al juego democrático y llevando al quicio las estructuras institucionales existentes, todo ello legitimado por la organización y el apoyo popular.
En un escrito posterior al golpe de estado de 1973 al que tituló “Allende y la izquierda desvariada”, Ribeiro decía: “…Allende en el plano ideológico era un hombre solo, sin ayuda, incomprendido. Los mismos chilenos cercanos a él se sorprendían cada día con la grandeza del hombre que los incitaba y comandaba (…) sorprendidos, a veces dudosos. Más difícil todavía era para muchos aceptar el liderazgo de un estadista, dentro de un proceso político dado, cuando en realidad lo que necesitaban era un comandante…” y luego exclama: “Aquel hombre solo, encabezaba, diseñaba y dirigía el proceso político más generoso y complejo del mundo moderno, elevando a Chile a alturas incomparables de creatividad teórica y a osadías impensables de repensar todo lo que las izquierdas tenían como dogmas.”
Sin duda, la experiencia que Ribeiro había tenido en el gobierno de Goulart le daba otra forma de ver el proceso en Chile. Entre 1961 y 1964 fue Ministro de Cultura, director de la “Casa Civil” (el equivalente a un vicepresidente) y rector de la Universidad de Brasilia (de la que fue su ideólogo y primer rector), uno de los proyectos universitarios más ambiciosos que se han dado en Latinoamérica. Él había, en efecto, llevado a cabo importantes cambios en el ámbito cultural desarrollando investigaciones sobre las variaciones regionales de la sociedad brasileña y su significación en el avance de la urbanización, la industrialización, las dinámicas étnicas y la educación pública. Había convertido a la Universidad de Brasilia en un centro con estructuras avanzadas en la enseñanza superior, con el ideario de una educación más auténtica que recogiera la realidad histórica de las sociedades latinoamericanas en su complejidad y aspiraciones negadas. Dentro de su concepción evolucionista, en la que explicaba el desarrollo histórico de América Latina a partir de grandes cambio socio-tecnológicos acompañados de “procesos civilizatorios”, veía la universidad como una institución en crisis, pero capaz de de apoyar un nuevo proceso civilizatorio de integración propiamente latinoamericano. Eran entonces necesarios nuevos planes de desarrollo apuntados a fortalecer el rol activo de la universidad en el combate de las desigualdades estructurales de la sociedad e impulsar una labor científica y técnica capaz de incorporar las experiencias de los trabajadores en el ámbito productivo. Se entiende de inmediato la sintonía con lo que proponía Allende….
Allende, como su amigo brasileño, pensaba que el medio o el camino más seguro para profundizar y consolidar los cambios de la vía chilena al socialismo, era la educación. Por ello, el gobierno popular planteó un gran debate nacional sobre la educación encarnado en la propuesta de Escuela Nacional Unificada (ENU). En su “Tercer Discurso al Congreso Pleno” de 1973, Allende señalaba: “el desarrollo científico y técnico que concebimos se encuentra vinculado al pueblo, y no al margen de él. Por eso, es imperiosa la reforma de la educación, para asegurar el mejoramiento de la capacidad cultural y científica de nuestros compatriotas”. En diálogo con las ideas y experiencia de Ribeiro, la ENU se proponía tres objetivos principales: el desarrollo productivo de la nación, conseguir soberanía nacional frente a la “lógica económica imperialista” y justicia social por medio de un acceso igualitario a la educación.
La ENU fue, en efecto, un intento de reforma educativa que asumió como tarea cambiar el sistema educativo chileno tradicional, clasista, elitista y antipopular para transformarlo en uno que apuntará hacia la construcción del socialismo. Por ello la Unidad Popular se propuso la inclusión de los trabajadores dentro de los procesos educativos que se desarrollaban dentro del ámbito universitario. La reforma de la Universidad Técnica del Estado (UTE) en 1971 sería parte de este nuevo sistema educativo para apoyar la llamada “batalla de la producción” y para entregar a la juventud universitaria una alta responsabilidad en la democratización de las universidades y de la sociedad en su conjunto. Pero, la derrota dejó este proyecto en suspenso.
Al momento de consumarse el golpe militar, Ribeiro se encontraba en Perú realizando un trabajo para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la noticia de la muerte de su amigo le conmovió profundamente: “escribo perplejo y apasionado”. Mirando los trágicos hechos de aquel final, Darcy Ribeiro manifestaban una tremenda certeza: “todos nosotros, la izquierda de América Latina y del mundo fuimos derrotados en Chile. Cada uno de nosotros tiene por ende su autocrítica a hacer (…) lo que no puede ser puesto en duda es que Allende explotó hasta los últimos límites las posibilidades que la historia abrió a los chilenos para edificar el socialismo en democracia, pluralismo y libertad (…) su lección es habernos señalado un duro y difícil camino…”