La reforma agraria – la tierra para quien la trabaja

Chile: un país pobre y feudal

Chile, 1916: durante días, Tancredo Pinochet Le-Brun, un político y publicista disfrazado de jornalero, anota en su diario las condiciones de la vida rural en la Hacienda Camarica. Describe una pesadilla:

 

“Se trabaja de sol a sol. Se come un pan de desayuno, sin café ni te, sin agua caliente; un plato de porotos a mediodía, sin pan; y otro pan al concluir el día. Después de esto, la bestia humana […] no se desviste en un dormitorio; se tira en un montón de paja a la intemperie, y al día siguiente se levanta, sin lavarse, se despereza, y comienza de nuevo a trabajar de sol a sol…“

 

Las descripciones de la vida cotidiana en el fundo del entonces presidente en ejercicio, Juan Luis Sanfuentes, provocan una tormenta de indignación. Sin embargo, para los más de dos millones de personas afectadas, que viven en condiciones casi feudales, sin servicios básicos suficientes y sin oportunidades de educación, casi nada cambiará en los próximos tres decenios.

 

La población rural chilena vive ignorante de la Reforma Agraria en Guatemala, frustrada violentamente en 1954. Pero sí conoce los avances que está haciendo la Revolución Cubana (1953-1959), que acaba con el latifundio y redistribuye la tierra para los campesinos…Chile, 1916: durante días, Tancredo Pinochet Le-Brun, un político y publicista disfrazado de jornalero, anota en su diario las condiciones de la vida rural en la Hacienda Camarica. Describe una pesadilla:

Inquilinos en la hacienda de Su Excelencia

 

Francia: centro empobrecido, periferia en conflicto

A principios de la década de 1950, Europa sigue lidiando con las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. También ahí, grandes sectores de la población se han empobrecido. En París, inadvertida para la burguesía acomodada, existe una grave falta de vivienda y el hambre está desenfrenada. El joven Henri Antoine Grouès, de 27 años, más tarde conocido en todo el mundo como el Abate Pierre, funda la asociación Emaús. Comparte con los más pobres su relativa prosperidad e intenta que el país tome conciencia de la miseria social:

“Una mujer ha muerto congelada esta madrugada en la acera del bulevar de Sebastopol, con la notificación judicial de expulsión de su domicilio aún aferrada a su mano”

 

Durante el crudo invierno de 1954, en un programa en Radio Luxemburgo, el Abate Pierre clama indignado:

 

“No podemos aceptar que sigan muriendo personas como ella. ¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!”

 

La ira del activista capuchino se dirige también contra las condiciones imperantes en esa parte del mundo conocida como el «Tercer Mundo». Junto con el sociólogo Yves Goussault, funda el IRAM (Institut de recherche et d’application de méthodes de développement), un instituto de investigación para orientar la acción práctica contra la miseria en el mundo.

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En 1956, Goussault y algunos compañeros comienzan a trabajar en el recién independizado Marruecos. Mientras que los gobiernos franceses son reacios a abandonar sus colonias, y desatan incluso la guerra en Argelia, algunos jóvenes graduados de escuelas agrícolas, como Dominique Genty, miran a África con otros ojos: quieren poner sus saberes al servicio de los nuevos estados independientes y apoyarlos en el desarrollo rural.

 

“La mayoría de la gente del IRAM estaba marcada políticamente por la guerra de Argelia, que nos interesaba por varias razones. Vivíamos la época de las independencias, y nuestra generación pujaba por las independencias. De este modo, nos parecía natural decir: el objetivo de nuestra generación es ayudar a construir la independencia. Esto nos interesaba técnicamente, pero pienso que, políticamente, todos éramos también sensibles a los problemas de desarrollo que venían con la independencia: la formación de técnicos nacionales, las relaciones con los campesinos, etc.».

 

EE.UU.: Paz en el “patio trasero” mediante una Alianza para el Progreso.

 

Rebelión política en África, guerrilleros barbudos en el Caribe. Los EE.UU. diversifican sus estrategias de policía mundial. En 1961, el mismo año en que Franz Fanon, en su conocida obra Los condenados de la tierra, llama abiertamente a la lucha contra el colonialismo y el imperialismo, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, se dirige así a los habitantes de América Latina en un discurso televisivo:

 

«En toda América Latina, un continente rico en recursos y en logros espirituales y culturales, millones de hombres y mujeres sufren diariamente las degradaciones de la pobreza y el hambre. Carecen de una vivienda decente o de protección contra las enfermedades. Sus hijos se ven privados de la educación y del trabajo, que son las puertas de entrada a una vida mejor.

 

Por lo tanto, hago un llamado a todos los pueblos del hemisferio para que se unan en una nueva Alianza para el Progreso, un inmenso esfuerzo cooperativo, sin paralelo en magnitud y nobleza de propósito, para satisfacer las necesidades básicas del pueblo americano en cuanto a hogar, trabajo y tierra, salud y escuela».

La tierra es una necesidad que en América Latina se ve obstaculizada principalmente por los grandes latifundios. En Chile, a mediados de la década de 1950, el 80% de todas las tierras agrícolas se concentraban en 10.000 latifundios, mientras que la mitad de los campesinos no poseía absolutamente nada.

 

Esta desigualdad social tenía consecuencias: ganan popularidad los sindicatos de trabajadores agrícolas (las Ligas Campesinas), activos desde los años veinte, y los partidos de izquierda -como el Partido Socialista (PS), fundado en 1933- encuentran también apoyo en el campo. La coalición liberal-conservadora del Presidente Jorge Alessandri, que detenta el poder desde 1958, sufre un gran derrota en las elecciones parlamentarias de 1961.

 

El gobierno ya no puede ignorar la cuestión social en el campo, especialmente ahora que los Estados Unidos amenazan abiertamente con recortar la ayuda económica a todos los países que no lleven a cabo cambios estructurales.

Barraclough y la “reforma del macetero”

En 1962, Alessandri promulga finalmente una ley actualmente conocida en Chile como la «Reforma del macetero». En lugar de cambios estructurales, esta ley, que en principio reconoce la posibilidad de expropiaciones, conduce a la compra y redistribución de 50.000 hectáreas de tierra, que en ese momento corresponden solamente al 1% de la superficie agrícola.

 

Los grandes terratenientes, a menudo representados directamente en el Congreso, hacen todo lo posible por ocultar sus nuevos derechos a la población rural. Los folletos de propaganda son destruidos y a los sindicalistas se les reprime fuertemente. De este modo, son los niños y jóvenes, como Francisca Rodríguez, quienes pasan de contrabando las noticias a los trabajadores:

“Nosotros éramos los que podíamos entrar. De niños, antes de que hubiera reforma agraria, nos usaban para trasladar propaganda adentro. Y la propaganda tenía siempre dibujos porque los campesinos no sabían leer. Entonces sólo nosotros podíamos llevarla, porque los campos, los fundos, eran una puerta cerrada, y las reuniones se hacían a medianoche. Era un trabajo absolutamente clandestino. […] Yo primero lo hacía inconscientemente porque muchas de las cosas que hice en el campo eran mandado. En mi caso, mandados de mi abuelo. […] Él fue uno de los primeros anarcosindicalistas.”

 

A pesar de todas sus deficiencias, la nueva ley sentó las bases para la creación del Instituto Nacional de Desarrollo Agrícola (INDAP), el Consejo de Desarrollo Agrícola (CONSFA) y la empresa estatal CORA. Todas estas instituciones fueron, bajo diferentes colores políticos, instrumentos importantes para una política agrícola progresista. Junto con la Comisión Interamericana de Desarrollo Agrícola (CIDA), estas organizaciones cambiaron gradualmente la forma en que los habitantes de las ciudades veían la vida rural, recuerda el entonces estudiante Luis Salinas:

„La pregunta era esta: cómo podía ser concebible una agricultura en convivencia con un estado capturado en pocas manos, y con una producción basada en terrenos abandonados. Así aparecieron en el año 65 los informes técnicos del CIDA (Consejo Interamericano de Desarrollo Agrícola) que hablaban de la distribución la tierra en Chile como de un escándalo.“

 

Quien está detrás de estos informes es Solon Barraclough, un graduado de Harvard que anteriormente se había hecho un nombre como economista crítico en los estados del sur de los EE.UU., donde también apoyaba a los campesinos sin tierra.

 

La conexión franco-brasileña

Agrarreform Brasilien

En 1963, el IRAM implementó las primeras misiones en América Latina. En París, el joven agrónomo chileno Jacques Chonchol, quien acababa de obtener su doctorado en la Sorbona, propone llevar una campaña de divulgación a Chile. No obstante, la dirección de IRAM tiene en la mira a Brasil, donde el gobierno de João «Jango» Goulart había anunciado en marzo de 1964 una importante expropiación y redistribución de las tierras entre los campesinos, razón por la cual, solo tres semanas después, sería obligado a exiliarse como consecuencia de un golpe militar.

 

Es así que la posibilidad de Chile se reabre. Un consejero del Ministerio francés de Asuntos Exteriores recomienda ponerse en contacto con un tal «Chonchol», que acaba de convertirse en vicedirector del INDAP en Santiago y tiene gran interés en llevar cooperadores internacionales al país…

 

La Reforma Agraria de los democratacristianos

PDF Revista Campo lindo

Desde 1964 gobierna en Chile Eduardo Frei Montalva, del Partido Demócrata Cristiano (DC). Los curas progresistas de la Iglesia Católica han estado desde hace tiempo organizando campañas educativas para la población rural y apoyando sus demandas laborales. Con una segunda ley, de 1967, el gobierno de Frei amplía decisivamente la Reforma Agraria, pues a través de ella se facilita la expropiación y redistribución de la tierra y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población.

 

Al instituto de formación de INCIRA (que forma parte del INDAP) se unirán pronto los primeros agrónomos franceses. Olivier Delahaye, del IRAM, recuerda bien el choque cultural:

“En Chile teníamos un contexto muy distinto al de Argelia, o al de Níger, porque había una estructura latifundista muy enraizada, y era muy distinto el trabajo de los campesinos africanos al de los campesinos de Chile. Porque los campesinos de Chile tenían la visión del patrón, y cuando empieza la reforma agraria, muchas veces le decían “patrón”, o “jefe” a los técnicos agrícolas mandados por la corporación de la reforma agraria. Entonces, ¿cuál fue el punto de partida? Era un poco complicado, teníamos la idea que había que empezar desde abajo.”

“Empezar desde abajo” significaba fortalecer la base hasta lograr la autodeterminación. Para ello, la lectura y la escritura resultaban imprescindibles. No obstante, muy pocos trabajadores agrícolas las dominaban. A esta tarea se dedica el educador brasileño Paulo Freire, que trabaja en INCIRA junto con muchos otros exiliados, incluyendo ministros y asesores del gobierno derrocado de Goulart. Todxs ellxs aportan una gran cantidad de conocimientos técnicos en cuestiones agrícolas. Y Freire, además de los cursos especiales de alfabetización, se ocupa también de que los cursos de formación técnica sean comprensibles para todos. Así lo recuerda Francisca Rodríguez:

“Toda la estructura de gobierno del INCIRA, que era era el instituto de Capacitación estatal, lo generó Paulo Freire. Generó también un sistema de láminas. Todavía me acuerdo, porque las láminas eran muy lindas. Con ellas se iba a hacer la alfabetización. Se trabajó mucho la gráfica para el campo. Allí hubo grandes brigadas de alfabetización. No solamente Paulo Freire; todos ellos generaron una propuesta desde el punto de vista de la formación, del desarrollo comunitario, de la organización.”

 

Para el gobierno de la Democracia Cristiana es importante mantenerse al frente de todos estos cambios, dado que la población rural constituye una base electoral cada vez mayor para el partido. Las mujeres habían logrado el derecho a voto en Chile desde 1949, pero su organización política es entonces aún limitada y la distribución de los papeles es clara: sólo el seis por ciento de los miembros de los sindicatos rurales son mujeres. Por ello, en los llamados «Centros de Madres», la población rural femenina encuentra espacios para reunirse y educarse. Alicia Muñoz, que desde niña había trabajado para un terrateniente, advierte el error de rechazar precipitadamente estos lugares por su poco “emancipador” título:

“Y la participación mía, ahí en el Centro de Madres, como decía Francisca, fue fundamental. Con el proceso de la reforma agraria, iba gente de los pueblos pequeños a hacer alfabetización, a hacer capacitación. Con esta gente uno se iba formando.”

 

A lo largo del país, las mujeres se conocen y establecen vínculos más estrechos en estos cursos:

“Por primera vez podíamos salir de la casa a un espacio público. Los centros eran pequeños, pero se podía conversar de distintas cosas. Vivíamos en casas muy apartadas unas de las otras, eran kilómetros para ir a visitar, para llevar una gallina de regalo a una señora. A veces, para ir a visitarlas, le echabas un día. Tenías que pensar que tendrías que quedarte allá para volver al otro día.”

 

Sin embargo, en lo que respecta a las expropiaciones, la Reforma Agraria no avanza tan rápidamente como se había previsto. A pesar de que al final del mandato de Frei se socializarían más de tres millones de hectáreas de tierra, estas sólo representan el 13% de todas las tierras cultivables. Los demócratas cristianos intentan un peligroso equilibrio: por un lado, no delegar a la izquierda las demandas políticas de los campesinos, y por otro, no hacer el ridículo ante la oligarquía rural. Frei vende su política como una «revolución en la libertad», pero obtiene poco apoyo entre los grandes terratenientes. En 1968 escribe el comprometido economista Solon Barraclough:

 

«En Chile, donde recientemente unos pocos terratenientes han perdido sus tierras a causa de algunas medidas extremadamente modestas de la Reforma Agraria, ¿sabe usted qué es lo que muchos de ellos resienten y estarían dispuestos a hacer casi cualquier cosa para rectificar? No es la pérdida de riquezas o incluso de tierras lo que les afecta, sino que los «campesinos» ya no sean humildes y sumisos».

 

A finales de los años 60, incluso los jóvenes -tales como el agrónomo Luis Salinas- pierden la paciencia con la Democracia Cristiana. Se produce una serie de dimisiones dentro del partido, y en 1969 los disidentes, incluido Jacques Chonchol, fundan el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). Para Salinas y los demás estaba claro que la Reforma Agraria debía continuar por otros medios:

“A veces, como no había respuesta por parte de los empleadores en la negociación colectiva, el proceso pasaba a toma, y los campesinos presionaban tomándose los fundos. Y ahí venía toda la prensa, e iban los estudiantes a apoyar. Iban otras organizaciones de obreros: obviamente el partido estaba detrás. Los estudiantes de la universidad llegaban a las tomas, a convivir, a conversar. A mostrar su solidaridad.”

 

El equilibrio de intereses de la Democracia Cristiana había fallado. Entre 1968 y 1970, el número de huelgas de trabajadores agrícolas se multiplica por diez, hasta alcanzar un total de 1.580 paros laborales. La ocupación de tierras cultivables se cuadruplica en el mismo período hasta llegar casi a 2.000. Entre los territorios expropiados hay también tierras en el sur del país, tierras usurpadas violentamente al Pueblo Mapuche en el XIX y entregadas a colonos de ascendencia europea. Ahora, algunos dirigentes mapuches reivindican sus demandas junto al Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR)…

 

Un nuevo comienzo en el campo

QUIMANTU Nosotros los chilenos. La lucha por la tierra

En 1970 hay elecciones en Chile. Así lo recuerda en retrospectiva la serie “Nosotros los Chilenos”, en el volumen “La Lucha por la tierra”:

“Y mientras transcurrían los primeros meses de 1970 ,y se acercaba la fecha de la elección presidencial que definirá el futuro de Chile, los latifundistas – con sus esperanzas puestas en la reelección del ya senil Jorge Alessandri – se mostraban cada vez más audaces. Ya se hablaba abiertamente de los arsenales acopiados en las haciendas, “para defenderse del despojo”. Y frente a la presión patronal se multiplicaban las tomas de fundos, sobre todo en las provincias de Cautín y Valdivia.”

El candidato de la DC, Radomir Tomic, intenta encontrar una mayoría para la continuación del trabajo del gobierno y promete intensificar las acciones de la Reforma Agraria. Pero es en vano: la alianza de izquierda de la Unidad Popular (UP), liderada por el socialista Salvador Allende, gana las elecciones.

El punto número 24 del programa de las primeras medidas de la Unidad Popular, dice:

UNA REFORMA AGRARIA DE VERDAD

Profundizaremos la Reforma Agraria, que beneficiará también a medianos y pequeños agricultores, minifundistas, medieros, empleados y afuerinos. Extenderemos el crédito agrario. Aseguraremos mercado para la totalidad de los productos agropecuarios.

 

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Sin embargo, la profundización de la Reforma Agraria resulta difícil. Los campesinos sin tierras tienen una visión diferente a la de los pequeños propietarios en torno a los problemas de la vida rural. Y las posiciones de los partidos de la coalición gobernante complican más estos debates, recuerda Olivier Delahaye, del IRAM:

“La Unidad Popular era una unión, una alianza de siete partidos. Y había allí algo fatal […] que era el cuoteo. O sea, se registraba, se elegía, se nombraba a los responsables de todos los niveles hasta el nivel local, en función del porcentaje de votos que había recibido su partido en las elecciones. Eso era realmente muy catastrófico.”

 

Algo distinto piensa Alicia Muñoz: a pesar de todas las disputas partidarias, la Reforma Agraria operada con la llegada de la UP al gobierno, desarrolla una nueva calidad de vida, en especial para las mujeres:

“En el tiempo de la Unidad Popular conocí yo lo que era el apoyo externo, sobre todo el de las mujeres de las comisiones agrarias de los partidos. La comisión agraria del partido socialista para mí fue muy importante. Porque eran mujeres agrónomas que llegaban al campo para toma parte de la educación popular. Pero eran mujeres de partido, que iban a captar a las mujeres campesinas. Allí conocí lo que significaba un partido político. Y yo creo que si hubiese llegado primero el partido comunista, hubiera sido comunista, porque una era inocente. Lo que vimos en el partido fue, sobre todo, esta solidaridad.”

 

Durante esta época, el agrónomo Luis Salinas viaja por los asentamientos rurales intentando encontrar puntos de mediación. Los acalorados debates sobre si dividir la tierra individualmente, o establecer modelos cooperativos después de las expropiaciones, costaron al principio mucha energía innecesaria:

„El problema está en que todo esto es una cuestión teórica, porque el proceso de acuerdo a la ley era que vendría un período intermedio entre la expropiación y la asignación. Este proceso era de al menos tres años, en los cuales se supone que el campesino empezaba a tener más manejo de la tierra […] Yo creo que todos los técnicos pensamos que la mejor forma era la asignación, según la reforma agraria de cooperativa. Pero muchos campesinos estaban en contra. En fin, muchos pensaban en la cosa individual, estaban acostumbrados a tener un pequeño terreno para producir…“

 

Para poner fin a este interminable debate sobre las formas de propiedad, el Ministerio de Agricultura, dirigido entre tanto por Jacques Chonchol, insiste en la necesidad de mayor capacitación y promueve nuevas formas de organización colectiva. Una tarea en absoluto fácil, como recuerda Olivier Delahaye:

“La idea genial vino en realidad de un chileno, Gonzalo Pugas, que me dijo «mira, toma los papeles y los marcadores”. Los campesinos tenían que calcular su propia producción, estudiar su balance económico del año pasado, y calcular el plan económico del año siguiente. Entonces tenían que calcular los costos de tal cultivo, con sus datos. Eso fue extraordinario, eso fue sin duda un descubrimiento tanto para los campesinos como para nosotros. El campesino, con un marcador en la mano, tenía mucha soltura, y hablando con los compañeros, sabían elaborar su propio proyecto. Eso fue realmente un gran éxito. Después hubo unos manuales, el “libro azul” creo que se llamaba.“

Expropiaciones aceleradas, falta de maquinaria, nuevas huelgas.

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Medio año después de la toma de posesión de Allende, el gobierno ya ha expropiado 750.000 hectáreas de tierra para la Reforma Agraria. La transferencia de la tierra no siempre está exenta de conflictos: a veces los antiguos propietarios destruyen deliberadamente los sistemas de riego o los medios de producción; los antiguos fundos se vuelven objeto de ataques, como recuerda Francisca Rodríguez:

“Eran mucho el odio, la rabia. A veces los campesinos se desquitaban, quemaban las casas patronales. Cuando la casa patronal podría haber sido un centro, una escuela. Pero era la respuesta a muchos años de sometimiento: una pasión muy fuerte que llevaba a la gente a hacer ciertas cosas.”

 

La mayoría de las veces los latifundistas conservan parte de sus tierras, las zonas más fértiles, además de llevarse todo el equipo y la maquinaria agrícola, para protegerlos de la nacionalización. Es esta otra de las razones por las que la Reforma Agraria no logra cumplir con su objetivo de aumentar rápidamente la producción.

 

El simple hecho de comprar nuevos tractores en el extranjero resulta ser un doble problema. En 1971, el peso chileno pierde considerablemente su valor. Además, el gobierno estadounidense de Richard M. Nixon impide deliberadamente la exportación de maquinaria agrícola a Chile. La solución resulta ser el Universal-650: un tractor naranja hecho en Rumania, del cual el gobierno chileno ordena 10.000 unidades. No obstante, el uso del nuevo tractor no es fácil, como lo describe retrospectivamente el agricultor Lucho Montoya en su libro Viaje a las Estepas :

 

“Vinieron a buscar el tractor, y llegando allá nomás se les fundió, porque no sabían como hacerle el mantenimiento como debía ser: parece que no les habían echado aceite.“

 

Tanto o más difícil que mantener en funcionamiento los tractores rumanos resulta convencer a los campesinos para que adopten un método de producción colectiva. Para Olivier Delahaye, del IRAM, fue este uno de los principales obstáculos:

„El problema de una empresa colectiva, es que mucha gente ahí no tiene una dedicación fanática al trabajo, sino todo lo contrario. ¿Como hacer trabajar la gente? No con argumentos ideológicos. Donde mejor funcionó fue donde vivían los asentados, como se les llamaba: personas que antes eran medieros del patrón. Era muy sencillo, la mano de obra tenía que cumplirle al mediero con 600 metros de lechuga limpia por hora. Había una tarifa completamente “clara”.

 

La falta de máquinas y de motivación se compensa en muchos lugares con campañas de trabajos voluntarios. No sólo de Chile, sino también de Argentina y Uruguay: jóvenes voluntarixs que llegan al país durante sus vacaciones de verano. Francisca Rodríguez aún recuerda el entusiasmo de esta cooperación solidaria:

“¿Cuál era el mayor apoyo que llegaba al campo? Los estudiantes y los trabajadores voluntarios. Las brigadas de trabajo voluntario. Se hicieron construcciones inmensas. Por ejemplo, yo preguntaba el otro día qué pasó con el «tren de cabildo». 2000 jóvenes, estudiantes, trabajadores, pobladores, estuvimos todo el verano trabajando para construir la represa que iba a mejorar el riego de muchas tierras. Se hicieron muchas obras con la ayuda de gente joven en el campo. Te digo construcción de escuelas, alfabetización, cosecha. Porque estaban los camiones, hasta los camiones de basura, las ambulancias, todo servía para poder trasladar la producción hacia la ciudad. Esto se hacía con un compromiso muy grande. La alegría, el sentimiento de estar ahí, era inigualable. Nos sentíamos héroes por lo que estábamos haciendo.”

 

A finales de 1971, “los héroes” deben enfrentar una nueva resistencia. En el Parlamento, la profundización de la Reforma Agraria encuentra muchos opositores políticos, incluso en las filas de la Democracia Cristiana. La DC está desde hace tiempo activa en la oposición. Aunado a esto, se registran los primeros ataques de grupos paramilitares para sabotear la producción y el suministro. En noviembre, un incendio provocado por personas desconocidas destruye miles de toneladas de alimentos destinados al comercio minorista en Valparaíso.

 

El 19 de noviembre, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) anuncia que continuará con las ocupaciones para una «reforma agraria revolucionaria». La gente de la ciudad, incluyendo internacionalistas como el sociólogo alemán Klaus Meschkat, también participan en acciones de solidaridad:

“Recuerdo que nunca me gustó la vida en el campo. Soy una persona de ciudad. Pero una vez fuimos a Temuco para participar en una acción del MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionaria]. No éramos miembros, más bien simpatizantes. Viajaba con un amigo periodista de Alemania y juntos participamos en la ocupación de una hacienda cerca de Temuco. Pasamos la noche en una tienda de campaña. Creo que fue la primera vez que pasé la noche en una tienda de campaña. Y ciertamente no repetiré esta experiencia. Pero por una buena causa, como ocupar una hacienda, se hacen locuras».

 

El 13 de diciembre, los grupos regionales de la Unidad Popular, junto con el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), proponen mediante el «Acuerdo de Linares» una línea común para las expropiaciones en el campo. La idea: disolver inmediatamente todas las grandes propiedades privadas de tierra, y operar la colectivización sin compensación de todas las tierras agrícolas de más de 40 hectáreas. El Partido Comunista declara la propuesta nula y sin efecto.

 

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Más brasileños

A principios de 1972, cientos de colaboradores extranjeros participan en la Reforma Agraria. Están, por ejemplo, los agrónomos de la Universidad de California, que tratan de aliviar el boicot comercial de su gobierno compartiendo su experiencia productiva adquirida en climas parecidos al de Chile. Se encuentran, también, los expertos en riego del movimiento israelí Kibutz, que construyen un sistema de canales en el Valle del Choapa, mismo que sigue en uso hoy en día. Participan también antiguos compañeros internacionalistas de Luis Salinas:

„Yo sé, por ejemplo, que tenía compañeros de agronomía que eran de Ecuador o de Haití, y que se fueron a trabajar al campo. Trabajaban en las instituciones agrarias, incluso con cargos de responsabilidad, como jefes de área…“

 

Más y más refugiados se unen pronto a este círculo de expertos. En Uruguay, la izquierda militante es atacada y perseguida, especialmente la guerrilla de los Tupamaros. En Brasil, los críticos del régimen son encarcelados y luego deportados al extranjero; el gobierno chileno es el primero en abrirles las puertas. Muchos de ellos encuentran un nuevo hogar en el campo o fundan nuevos asentamientos junto con campesinos agricultores chilenos en las tierras expropiadas. Sobre este fenómeno recuerda Alicia Muñoz un caso particular, el de los Choapinos:

„Los Choapinos eran agricultores que venían del valle del Choapa; por eso ellos se bautizaron acá como Los Chapinos. A este lugar, a la construcción de este villorrio, llegaron compañeros brasileños. Hasta el día de hoy los compañeros de ahí los recuerdan como trabajadores del campo, y recuerdan cómo ayudaron en el proceso de instalación.“

 

Con el fin de organizar los nuevos asentamientos a nivel nacional, así como de controlar su producción de manera eficaz, la UP propone al Congreso la creación de “consejos de campesinos”. Al no conseguir la mayoría, el gobierno instaura estos nuevos consejos por decreto. A pesar de todo, la introducción práctica resulta muy conflictiva, como recuerda el ex Ministro de Agricultura Jacques Chonchol en un artículo con motivo del 50º aniversario de la Reforma Agraria:

 

«Cada grupo campesino aspiraba a que los primeros fundos expropriados correspondieran a aquellos indicados por ellos mismos. […] Además, también se presentaba el caso de fundos no expropiables según los requisitos de la misma ley. Todo esto se resolvió, parcialmente, mediante el establecimiento de prioridades para cada zona geográfica especifica, con la mediación de los Consejos Campesinos correspondientes. Hubo limitación legal […] sin embargo, en más de 150 comunas del país se alcanzaron a construir.»

“La revolución chilena en el campo.”

Los Mapuches y la colectivización

Al analizar la medidas de la Reforma Agraria, llama la atención que las demandas del Pueblo Mapuche parecen haber recibido poca atención durante el gobierno de la UP. Luis Salinas explica por qué:

„El sector Mapuche no estaba incluido porque la Reforma Agraria consideraba solo al campesino. De este modo, los mapuches fueron considerados solamente como campesinos, y no como un pueblo ni como una etnia. Ninguna de estas cosas estaban planteadas, a pesar de que hoy día parezcan lógicas. No se preocupaban de las comunidades.“

 

Lo anterior no es del todo cierto. De hecho, el presidente Allende reacciona rápidamente a las protestas y demandas de los mapuches, y prepara la promulgación de una nueva Ley Indígena. Además, ordena la expropiación acelerada de las tierras indígenas. Sólo entre diciembre de 1970 y marzo de 1971, 150.000 hectáreas son devueltas a las comunidades.

 

Por esos mismos días, en la región sureña de Temuco, el ministro de Agricultura Chonchol pide la asesoría del antropólogo checo Milan Stuchlik, quien investiga las comunidades mapuches desde finales de los años 60. Stuchlik aconseja que no se reorganicen los territorios mapuches como simples colectivos agrícolas, dado que ellos rechazarán cualquier interferencia del Estado en sus tierras. Finalmente, la disputa se salda proponiendo un compromiso en el que los pequeños agricultores deberán aprender los beneficios de las formas colectivas de trabajo por medio de proyectos piloto. Estas iniciativas van siempre acompañadas de posibilidades de capacitación y de la compra estatal directa de manufacturas para las comunidades indígenas. Dicho enfoque, en retrospectiva, resulta ambivalente para la pedagoga alemana Ilse Schimpf-Herken, que trabajaba en el sur de Chile en este momento:

«Había de hecho un enfoque comunicativo. Pero yo no fui tan crítica como para preguntarme qué significa realmente el analfabetismo. ¿Qué significaba integrar a las mujeres indígenas en la economía de mercado? ¿Qué le hace eso a sus vidas, a su roles culturalmente construidos? No pensé en todo eso en ese momento. Estábamos tan seguros de que el socialismo era el camino correcto».

 

Las dudas sobre el éxito de la Reforma Agraria también las expresan Milan Stuchlik y su mujer Jarka, cuando en 1972 visitan algunos latifundios expropiados en el sur de Chile. Observan que entre los mapuches es difícil la llegada de las instituciones estatales. Jarka Stuchlik escribe:

 

«Durante aquellos viajes descubrimos que en los latifundios en los que ya se había aplicado la reforma, reinaba el caos absoluto. Nadie cosechaba, ni sembraba, ni araba. En vez de trabajar, todos estaban en pie de guerra. Los campesinos, convencidos de que en cualquier momento serían atacados por los que habían sido sus patrones, pasaban día y noche patrullando armados. Todo el mundo predecía que la hambruna ya estaba a la vuelta de la esquina.”

 

 

La lucha por el abastecimiento

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Desde 1972 se libra en Chile una batalla por la producción. Así lo deja ver la Sociedad Nacional de Agricultura al declarar, el 11 de marzo, que Chile deberá importar el 40% del trigo para consumo, debido a que la situación en el campo es desastrosa, producto de “la inestabilidad de los productores frente a las amenazas y ocupaciones ilegales de la CORA, que constituyen un permanente atropello a la persona y a la ley”. El gobierno, por su parte, reconoce una importante tendencia inflacionaria.

 

Olivier Delahaye, del IRAM, también nota cómo la situación del suministro de productos se deteriora lentamente.

“Había muchas cosas que faltaban en la vida cotidiana, pero no era algo tan catastrófico como en Venezuela, nada que ver. Era más simple, se veía en la calle una fila de gente y alguien preguntaba, qué hace toda esta gente aquí. A menudo la gente se quedaba y seguía la fila.”

 

Aunque realmente nadie sufre de hambre, la situación es muy tensa. Boicots comerciales, sabotajes aquí y allá. Pero también problemas internos. En retrospectiva, Francisca Rodríguez considera un gran error no haber utilizado más los conocimientos específicos de las mujeres campesinas para el desarrollo de estructuras de autogobierno.

“El único sistema de producción que había era el que los viejos desarrollaban en su «goce», en el pedazo de tierra que les daban para su huerta. Y este pedazo de tierra era trabajado por las mujeres y los hijos. O sea, la mujer tenía mucha más claridad frente al proceso de producción para alimentar la familia, que la que tenía el campesino que trabajaba bajo órdenes. Fue un error de la Reforma Agraria: ignorarnos a nosotras. No considerar a las mujeres.”

 

Pero las mujeres no tuvieron realmente muchas oportunidades de convertirse en miembros de pleno derecho de las cooperativas agrícolas. Solon Barraclough, agrónomo estadounidense, no culpa tanto al gobierno de la UP como a las estructuras mecanicistas del campo. En un texto que describe una reunión entre una delegación gubernamental y algunos campesinos, señala que estos últimos terminan afirmando:

 

“Siempre hemos votado a Don Salvador (Allende), pero si él insiste en que nuestras esposas e hijas descuiden sus tareas domésticas y la os niños para ayudar a dirigir nuestra cooperativa, no debería contar con nosotros en el futuro».

 

Los cambios sociales cuestan tiempo, y la Unidad Popular no lo tiene. Hay continuamente nuevas crisis que enfrentar y soluciones que improvisar: comisiones para el abastecimiento, mano de obra, importaciones de otros países socialistas. A largo plazo, la cooperación internacional tendrá que mejorar. El 4 de septiembre de 1973, docenas de jóvenes campesinos son enviados a una escuela agrícola en al URSS para recibir formación.

 

A mediados de 1973, la UP había expropiado 6,6 millones de hectáreas de tierra. En Chile el latifundio era casi historia, como dice Luis Salinas:

„La mayoría de los fundos fueron expropiados en el ultimo año del gobierno de Allende. Por eso, a la derecha le fue muy fácil regresar a la manera antigua después del golpe , puesto que no habían terminado el proceso final de la nueva organización.“

El Golpe, el exilio y la contra Reforma Agraria

El 11 de septiembre de 1973, la radio informa en los sectores rurales que un golpe militar ha derrocado al gobierno constitucional de la Unidad Popular. Los dirigentes campesinos y agrónomos que trabajan en la Reforma Agraria son perseguidos. Luis Salinas, que en esos momentos estaba en una gira de inspecciona en las cooperativas, es arrestado:

“Me cortaron el pelo. Después de nuestra detención, fuimos interrogados hasta la noche. Finalmente, a los campesinos los soltaron y a los dos funcionarios, junto al chofer, nos encerraron en la cárcel, donde estuvimos aislados e incomunicados. Ahí estuve 10 días. De de allí, me trasladaron a otro regimiento, para ser interrogado con tortura.”

 

Los agrónomos franceses del IRAM se libran por poco. Muy pronto notan que, después del golpe, otros vientos corren en el ICIRA, explica Olivier Delahaye:

“Vino el nuevo director del ICIRA, un joven agrónomo de 24 años, con cuatro soldados a sus espaldas. Traía una carta dirigida a todos los expertos extranjeros, entre los que nosotros nos contábamos, que decía llanamente: “están despedidos”. Y entonces pensamos: bueno, ¿qué vamos a hacer? Fuimos a la embajada, afortunadamente había un asesor cultural con quien nos entendimos muy bien. Así que le dijimos, «aquí estamos, nos gustaría quedarnos y ayudar a la gente a escapar y asilarse. Pero recibimos esta carta». Y él dijo, «bueno, tenemos que engañarlos». Entonces nos dio una carta con la misma fecha en la que decía que la otra carta no era válida. Así pudimos ayudar a mucha gente a asilarse. Nos quedamos durante tres meses, o dos meses y medio.»

 

Después de que los golpistas desestimaran la idea inicial de bombardear selectivamente las cooperativas agrícolas, la dictadura cívico-militar llevó a cabo, en los 17 años siguientes, una anti reforma agraria de gran alcance. Los antiguos dirigentes fueron perseguidos, asesinados o forzados al exilio. Un tercio de las tierras nacionalizadas se devolvieron a los latifundistas. Otro tercio se vendió a los inversores privados, la piedra angular de los actuales monocultivos en Chile, orientados a la exportación. El resto de la tierra se repartió entre las familias campesinas que apoyaban silenciosamente al régimen. El caso más extremo fue el de las tierras mapuches, que casi en su totalidad fueron arrebatadas violentamente para ser devueltas a los antiguos usurpadores.

 

Faltará todavía bastante tiempo para que le movimiento campesino vuelva a organizarse. El trabajo sindical se hace otra vez desde la clandestinidad, como en la primera mitad del siglo XX. Mujeres como Alicia Muñoz y Francisca Rodríguez juegan en ello un papel decisivo:

“Trabajé mucho tiempo en la clandestinidad.Organizamos un montón de cosas: la primera huelga de hambre de mujeres la organizamos nosotras. Un montón de cosas a las que nosotras llamábamos “gestas heroicas”. Incluso hubo compañeros que, desde la cárcel, hicieron medallas para entregárselas a las mujeres que estuvieron ahí.”

 

Para mantener alejados a los colaboradores internacionales como Solon Barraclough, la Junta Militar les acusa de haber participado en grupos armados y de haber hecho propaganda marxista contra las Fuerzas Armadas chilenas. Acusaciones infundadas, que los militares también utilizan para destruir toneladas de material educativo. La intención es eliminar toda una historia de cambios sociales.

 

No obstante, la Reforma Agraria chilena continuará fuera del país, especialmente en los Estados socialistas africanos y en los países no alineados. Allí, los agrónomos chilenos trabajan como consultores para los gobiernos o como expertos para las ONGs y las organizaciones internacionales. Por ejemplo, las actividades del IRAM en Argelia serán coordinadas durante 12 años por Daniel Rey, un antiguo empleado de la CORA. Y no es el único, recuerda Dominique Genty, el entonces jefe del IRAM:

«Mi relación con Chile se produjo con el golpe de Estado. Hubo muchos chilenos a los que ayudamos a salir para Francia. Como teníamos un proyecto de extensión agrícola en Argelia, formamos un equipo de ocho chilenos y un francés. Trabajamos bien juntos, con algunas dificultades a veces, pero en general fue bien. Esa fue una forma de apoyo a Chile».

PRENSA EXTERNA

La Reforma Agraria ayer y hoy

Hoy, más de 50 años después del comienzo de la “Reforma de los maceteros”, los productos agrícolas chilenos son conocidos mundialmente: vino, arándanos, paltas. Todo hecho en Chile. La vida de la aldea ha desaparecido en muchos lugares: en la década de los noventas muchas pequeñas parcelas de tierra fueron compradas, y forman ahora parte de un desierto verde agro-industrial. En tierra mapuche los territorios forestales son dominados por un puñado de empresas familiares que prosperaron durante la dictadura. Migrantes del Perú, Haití y Bolivia son contratados como trabajadores temporales, y en condiciones de precariedad. Las familias de los pequeños agricultores luchan por sobrevivir todos los días, maldiciendo las papas importadas de Bulgaria.

 

¿Qué queda de la Reforma Agraria? Luis Salinas cree que la situación de los campesinos es, en parte, como lo era en los años 50:

„La agricultura cambió, pero el sector campesino sigue igual. Han vuelto los viejos tiempos. Claro que hay ciertas mejoras: los viejos ahora tienen una bicicleta o una camioneta. Pero la situación sigue siendo complicada, muy complicada para ellos. El problema está sobre todo en los precios de comercialización de los productos que ellos tienen.“

 

Sin embargo, desde el final de la dictadura, los gobiernos en Chile, tanto de derecha como de izquierda, han confiado en la mano invisible del mercado, en vez de desarrollar una política agraria centrada en los intereses de la población. Solon Barraclough, que después de su trabajo en Chile luchó durante muchos años en todo el mundo por una política agraria justa, criticaba ya en 1999 este dogma neoliberal:

 

«No hay pruebas de que la Reforma Agraria pueda realizarse como resultado de políticas “amigables” derivadas del mercado. El registro de los títulos de propiedad de la tierra, y la promoción de acuerdos amistosos para transacciones de tierra entre vendedores y compradores, no cambian por sí mismos las relaciones de poder en favor de la gente pobre en zonas rurales. En muchos casos, es probable que esas políticas refuercen las estructuras agrarias de poder, al proporcionar a los grandes terratenientes y a los especuladores una protección jurídica adicional, dejando al mismo tiempo el poder de negociación de los pobres igual o peor que antes».

 

El agrónomo francés Yves-Roger Marchant, que también pasó varios años en Chile con el IRAM a finales de los sesenta, advierte además que el actual modelo dominado por las exportaciones pone en peligro la seguridad alimentaria de la población.

«En 2008, hubo disturbios por hambre en unos 30 países de todo el mundo, porque el precio del arroz y el precio del trigo subieron un 50 o 100% en unos pocos meses. Así que por ese lado hay un gran peligro. Los países que dependen demasiado de las importaciones de alimentos pueden encontrarse en situaciones extremadamente peligrosas. Así que, sí, la soberanía alimentaria es un concepto que debe ser desarrollado. Y así, para mí, importar uvas o manzanas de Chile, aunque me gusta mucho Chile, es una aberración desde todo punto de vista. No tiene sentido.”

 

Alicia Muñoz y Francisca Rodríguez tienen un punto de vista similar. Desde hace años, junto con otras mujeres, se han organizado en la Asociación Nacional de Campesinos e Indígenas, ANAMURI. Su preocupación es clara: Chile necesita una nueva Reforma Agraria. Dice Muñoz:

“No vamos a renunciar a esto. Todo lo contrario. Pueden ser utopías como dicen algunos. Puede que estemos locas, sin embargo, a pesar de todo, la lucha latinoamericana y mundial se nutre y se fortalece. Y cuando aparece la consigna de “sin socialismo no hay feminismo”, por ejemplo, o “el camino de la humanidad para la construcción de un socialismo latinoamericano”, yo creo que es una tremenda esperanza.”

 

Para hacer realidad esta utopía, ANAMURI dirige una escuela agrícola feminista, organiza reuniones y se compromete en la creación de cooperativas orgánicas orientadas a producir para la población local en lugar de para la exportación. Son pequeños pasos, pero Francisca Rodríguez está segura de que es el camino correcto.

anamuri


“Cada actividad nuestra es un proceso de formación. Cada actividad, por pequeña que sea, es un proceso de formación. Creo que lo hemos aprendido de los brasileños. Construimos una mística de la organización que está presente en cada uno de nuestros debates. Nosotras cuidamos los símbolos de la vida, y los tenemos que cuidar y garantizar para asegurar la defensa del planeta. Pero también, para nuestra apuesta política y contra la invasión del capital. Es por esto que somos anticapitalistas, antipatriarcales y antimperialistas.”

 

Una simple mirada a las horas de trabajo de lxs trabajadorxs temporales del latifundio chileno en el siglo XXI, como en el caso de empresas como la del ex ministro Gabriel Ruiz-Tagle, muestra lo importante que es producir una alternativa real para el campo: allí, miles de mujeres cosechan uvas por el salario mínimo, a menudo más de 16 horas al día, «desde el amanecer hasta el atardecer».