Horacio González in Memoriam

Horacio González in Memoriam
Berlín, junio de 2021

 

 

“¿Qué significa ser un intelectual del pueblo? No otra cosa que la percepción  por parte del pueblo de una claridad, que es sobre todo una claridad afectiva, en quien había indagado las vidas ajenas -sus vidas- con pasión lúcida.”

Diego Sztulwark

 

 

 

 

Foto: Ximena Talento

 

Luego de pelearle a la vida, atravesar la enfermedad del virus Covid-19 y casi ganar la batalla, una infección contraída en el hospital lo tumbó. El pasado 22 de junio la muerte, indiferente a los talentos, nos arrebató a Horacio González (1944-2021), pensador de la Argentina y uno de los intelectuales más importantes de Latinoamérica. Sociólogo, ensayista, pensador comprometido, pampeano de la palabra, maestro de generaciones, González enseñó a remontar un pensamiento tocado por la experiencia de la derrota de los movimientos revolucionarios de los años setentas del siglo pasado, por el exilio y la desaparición de muchos amigxs queridxs. Un pensamiento que asumió la responsabilidad histórica de volver a pensar un „común“ frente a la ruina permanente de la Historia. Eterno interesado en las relaciones y emanaciones entre literatura y sociedad, Horacio González destacó sobre todo en su crítica de la “literatura nacional” y en su rechazo activo a la melancolía que siguió a la Dictadura cívico-militar (1976-1983). Pero, luego, tampoco se acomodó al progresismo cultural y político alfonsinista de fines de los 80s, sino que mantuvo abierto un pensar conspirativo y más radical que se dejó habitar hasta el final por las vidas populares, contradictorias y múltiples. En diciembre de 1999 publicó unos de sus libros más recordados y quizás más duraderos, Restos pampeanos, dedicado a Liliana Herrero. Un ensayo sobre el ensayo nacional, es decir sobre la posibilidad misma de que un colectivo nacional, aún con su carga polémica, “pueda refundar la justicia sobre la base de una memoria emancipada”.

La larga y brillante carrera de Horacio comenzó en la década de 1960 con sus estudios de sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde abrazó las ideas de cambio y militó en organizaciones estudiantiles. En 1976 fue encarcelado por la Dictadura y luego marchó al exilio a Brasil donde estudió un doctorado en Ciencia Sociales en la Universidad de Sao Paulo. De regreso en Argentina, en los años ochentas formó y dio parte de la valiosa Revista Unidos que, bajo la dirección de Carlos “Chacho” Álvarez y junto a otros intelectuales de filiación peronista como Mario Wainfeld, José Pablo Feinmann, Alcira Argumedo y Oscar Landi, puso “a prueba” todo el andamiaje – ficcional – con el que se pensaba lo nacional-popular y sus formas políticas asociadas. Como docente en la UBA Horacio González promovió las cátedras abiertas, las mesas redondas, los encuentros culturales y debates, con su concepción de la universidad pública. Durante los años 90s surgió la Revista El Ojo Mocho, proyecto colectivo en el que participaron María Pía López, Christian Ferrer, Eduardo Rinesi, Federico Galende, Leonora Kievsky y otrxs jóvenes discípulxs que mantuvieron discusiones y diálogos con Horacio. En aquellos días tomó parte además de iniciativas militantes, como la Cátedra Libre Che Guevara, que contó con una inolvidable participación de González. Su presencia polémica en lo público lo mantuvo siempre ex-puesto en intervenciones múltiples: conceptuales y agitadoras, institucionales y libertarias. Tanto desde Carta Abierta, espacio de apoyo al kirchnerismo, como desde sus diversas columnas en los diarios fue un animador intelectual formidable. Uno de los grandes momento de la vida de Horacio fue su nombramiento en 2004 como director de la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”, cargo que ejerció durante una década. Contra toda inercia burocrática y contra todo pronóstico de sus adversario, durante su dirección la Biblioteca se convirtió en epicentro de un esfuerzo colectivo que logró reconstruir o re imaginar una política cultural dando espacio y visibilidad a palabras, cosas y ensoñaciones estético-políticas negadas o abatidas.

Como dice Osvaldo Lamborghini “ más que pensar la violencia” argentina, González contribuyó a crear un “idioma con su vocabulario y gramática completa”. Desde la Biblioteca Nacional se recuperaron las publicaciones críticas que permitían mirar sin reduccionismos un tema de tan intensa repercusión y con tan oscuras consecuencias. Entre estos esfuerzo debe destacarse en 2007 la reedición facsimilar de Contorno (dirigida por Ismael y David Viñas) y en 2014 de Pasado y Presente, dos revista míticas de la izquierda de los sesenta y setentas, cuyos debates se actualizaron y ampliaron. Pero, tal vez todavía más importante fue la publicación en 2014 de las obras completas de León Rozitchner, filósofo marxista hasta ese momento ignorado y ninguneado por las modas intelectuales. Horacio se ocupó de que la publicación estuviera acompañada por la realización de unas Jornadas en la Biblioteca, cuyas ponencias se publicaron luego como León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Gracias a ello hoy día Rozitchner emerge no sólo como el filósofo marxista argentino más importante de los umbrales del siglo XXI, sino que además sus obras circulan entre la gente joven por toda América Latina. Como si esto fuera poco, durante su dirección el espacio de la Biblioteca se dejó permear por expresiones periféricas que nunca antes habían tenido lugar en la monumental estructura, como la muestra dedicada en 2014 a „El Eternauta“, la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld o las que sucesivamente tuvieron como epicentro el universo artístico del „Indio“ Solari, fundador de Los Redonditos de Ricota, o la producción poética y musical de Luis Alberto Spinetta, a quien en 2012 se le rindió homenaje con una exposición antológica.

Incansable lector, lo de Horacio era sin embargo la escritura: escribir, escribir y escribir…como si “pensara con los dedos”, entre sus innumerables textos nos dejó: La ética picaresca, Decorados, El filósofo cesante, Las multitudes argentinas, Restos Pampeanos, Filosofía de la conspiración, Historia conjetural del periodismo, Perón, reflejos de una vida, Besar a la muerta, Redacciones cautivas, Paul Groussac, la lengua emigrada, La crisálida. Metamorfosis y dialéctica, Las hojas de la memoria, Un siglo y medio de periodismo obrero y social, Kirchnerismo, una controversia cultural, Genealogías, Violencia y trabajo en la historia argentina. Escribir era para él una cuestión de vida, de vida desafiada. Creo que esto evoca su formidable pensamiento: es un pensar en marcha, o mejor en contra-marcha que desde las tradiciones populares, insiste en la independencia crítica sobre cualquier tipo de clausura política o histórica, como del peronismo que él mismo sostenía. Horacio González nunca dejó de intercambiar con las nuevas generaciones, de Recordar a Borges y Alejandra Pizarnik, leer a Benjamin, Gramsci y Piglia, de pensar cualquier nueva idea que irrumpía…de pensar la revolución en lo deshilvanado de la historia.

Álvaro Garreaud
Radio Matraca-Berlín

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