Alemania – ¿un país muy ecológico?

La socióloga colombiana María Alejandra Villamil está actualmente completando su servicio voluntario en Alemania y comparte en este artículo algunas reflexiones sobre los retos ecológicos que tiene Alemania en relación con el extractivismo minero de carbón en Colombia.

Alemania es globalmente reconocido como un país pionero en la implementación de energías renovables y en el aprovechamiento de residuos sólidos. Cuando como extranjera llegas por primera vez es fácil deslumbrarse con los campos eólicos y los paneles solares que se encuentran por todas partes. Así mismo con el manejo que se hace de los residuos (mal llamados basura) dado que la mayoría de habitantes tiene conocimiento y conciencia sobre la separación de estos dentro de sus casas y también existe la logística que permite que estos se puedan aprovechar casi en su totalidad, a su vez puede ser impresionante el gran número de carros eléctricos que se ven por la calle y el uso masivo de la bicicleta.

Sin embargo, lastimosamente esta imagen eco friendly de Alemania resulta ser más superficial que estructural por muchas razones. Una de ellas es que las energías alternativas que ha desarrollado como la solar y la eólica sólo abastecen aproximadamente el 30% de su demanda actual, lo que significa que mayoritariamente sigue dependiendo de energías fósiles, es decir, de minerales como el carbón, que se extraen a través procesos mineros bastante destructivos de los ecosistemas globales.

¿Entonces, cómo cubre Alemania ese 70% de la energía que le hace falta para su consumo humano e industrial?

La respuesta es inquietante, y sin duda nada ecológica: Históricamente la mayor parte del carbón que usa Alemania para producir energía ha sido importado de Rusia, sólo desde enero hasta octubre de 2021, un 53% de las importaciones de carbón de Alemania provinieron de Rusia; un 17%, de EE. UU.; un 13%, de Australia; un 5% de Colombia, según Deutsche Welle. Y hasta hace un año, antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, también se importaba en menor medida de países como Canadá, Polonia, Sudáfrica y la República Checa.

Sin embargo, como consecuencia de la guerra y el cerco económico que la Unión Europea ejerció contra Rusia en solidaridad con Ucrania, Alemania redujo drásticamente la importación de carbón de este país, mientras aumentó las importaciones de otros países como Colombia el cual durante los primeros siete meses del 2022 incrementó un 300% las exportaciones del mineral, en comparación con el mismo periodo del 2021 según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).

Sólo entre enero y junio de 2022, fueron exportadas más de 37 millones de toneladas que le dejaron al país poco más de US$7.100 millones, según el periódico El Colombiano, así mismo en Sudáfrica, durante los primeros cinco meses de este año fueron importadas 157. 383 Ton. mientras que el año anterior no se registró ninguna importación, según el portal Rumbo Minero, lo que demuestra que Europa está buscando diversas fuentes de abastecimiento que puedan suplir abastecimiento de este mineral en vista de la prohibición del carbón ruso.

¿Cómo afecta esto ambientalmente a Colombia?

Varias organizaciones ambientalistas, de derechos humanos y comunidades organizadas han denunciado que aumentar las importaciones de carbón colombiano agudiza las problemáticas alrededor de la mina a cielo abierto El Cerrejón (La mina El Cerrejón ubicada al norte del continente suramericano, está situada en la península de La Guajira, al noreste de Colombia, y con una superficie total de 69.000 hectáreas es la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo), como la contaminación del aire por el polvo de carbón, el cual es causante de múltiples enfermedades respiratorias, el uso y desvío de fuentes hídricas para uso exclusivo de la minería, en un lugar desértico dónde el agua es necesaria para todos los seres vivos de este ecosistema, profundiza la pérdida de biodiversidad, entre otros.

Y en temas sociales, significa apoyar el despojo de tierras de poblaciones indígenas, mestizas, campesinas y negras, el empobrecimento, desplazamientos forzados, persecución y asesinato de liderazgos sociales y ambientales que se manifiestan en contra de la explotación carbonífera, privación de los medios de vida, como el agua, necesaria para la subsistencia cultural y física de estas comunidades, entre muchas más.

¿Entonces, cuál ecologismo puede sostener Alemania apoyando la importación de carbón a estos elevados costos ambientales y sociales, que resultan pagando los ecosistemas y comunidades más vulnerables en otros países?

Es necesario que Alemania disminuya rápidamente su dependencia al carbón y use su experiencia, y sus recursos económicos y científicos en convertir su ecologismo cosmético y mediático en un ecologismo con conciencia global, en el que el gobierno y la sociedad alemana le apuesten a construir una transición energética justa en la que no se reproduzcan practicas coloniales, porque no es posible que Colombia ni ningún otro país deba seguir soportando en los territorios efectos irreversibles de este tipo de minería hasta que Alemania y Europa terminen su transición.

¡No sólo los ecosistemas Europeos son importantes!

En conclusión, no puede haber un ecologismo en Alemania mientras países como Colombia deban seguir asumiendo los costos ambientales de su estilo de vida y de su alto consumo energético. Sólo habrá un ecologismo verdadero y sustentable para todes cuando se avance decididamente en la reducción del consumo de materias primas, cuando se generen soluciones ambientales colectivas y no sólo individuales, cuando todos los ecosistemas (no sólo los Europeos) sean decididamente protegidos, y cuando se construyan alternativas al sistema económico y político actual que permitan que todos los seres vivientes humanos y no humanos tengan las condiciones dignas para vivir.

Hier geht’s zur deutschen Übersetzung dieses Artikels.

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